lunes, 10 de febrero de 2014

SOY UN FUGITIVO

SOY UN FUGITIVO (1932)
MervynLeRoy


"I Am a Fugitive From a Chain Gang". Una producción de Hal B. Wallis para la Warner Bros. Pictures. Dirigida por Mervin leRoy. Guion:  Howarnd Green y Brown Holmes, basado en la novela de Robert E. Burns: "I Am a Fugitive From a Georgia Chain Gang". Dirección de fotografía: Sol Polito. Edición: William Holmes. Dirección artística: Jack Okey. Música: Leo F. Forbstein. Intérpretes: Paul Muni, Glenda Farrell, Helen Vinson, Preston Foster, Edward Ellis, Allen Jenkins, Sally Blane. 90 ms. ByN.


La primera película de Paul Muni para la Warner Bros estaba basada en la autobiografía de Robert E. Burns “I am a fugitive from a Georgia Chain Gang” (el nombre del estado se retiró de la versión cinematográfica por las presiones de las autoridades al estudio). El propio Burns trabajó como asesor durante la producción del film, que pese a sus aparentes convenciones cinematográficas fue sorprendentemente fiel a la novela. De hecho, a excepción del final, tan alabado paradójicamente por su realismo, la película es un retrato veraz de la odisea personal del escritor.


Robert Burns fue condenado, por el delito de robar cinco dólares de una mercería, a trabajos forzados en un campo de prisioneros de Georgia. En 1922 se evadió del penal y huyó a Chicago, donde se convirtió en un escritor y editor de éxito. Su exmujer le denunció a las autoridades, revelando su identidad, por lo que fue extraditado de nuevo a Georgia pese a las peticiones de clemencia de personajes muy influyentes. Se evadió en una segunda ocasión, trasladándose a Nueva Jersey, donde rehízo su vida trabajando como asesor fiscal. Confortablemente instaurado, escribió la novela “I am a Fugitive…”, como denuncia de la situación de los reos en las prisiones sureñas. Las autoridades de Georgia volvieron a reclamar su entrega a las autoridades federales una segunda vez, aunque sin éxito en esta ocasión, pues hasta tres gobernadores de Nueva Jersey se negaron a cumplir la orden de extradición.

En su periplo como vagabundo, Allen se ve inocentemente involucrado en un asalto a una hamburguesería

En la película, Paul Muni interpreta a James Allen, un honesto ingeniero del ejército que se ve desempleado al término de la I Guerra Mundial. En una emocionante escena, intenta vender sus medallas, pero el dueño de la tienda rechaza la oferta, comentando lacónicamente que ya tiene demasiadas y que carecen de valor: “son una droga para el mercado”.

La depresión convirtió a numerosos veteranos de Guerra en vagabundos. El film se inició de hecho apenas un mes después que el Presidente Herbert Hoover ordenara una carga contra una manifestación de 8.000 veteranos de guerra por el modo en que la Administración se había despreocupado de ellos

Allen es arrestado por la policía, que le confunde con el responsable de un atraco. Incapaz de demostrar su inocencia, es condenado a trabajos forzados en un campo de trabajos, en un lugar indefinido del sur de los Estados Unidos. Un sitio brutal donde la más leve infracción se paga a latigazos.

Los castigos físicos son habituales en prisión. Cualquier mínimo gesto de rebeldía, real o imaginado, recibe la brutal respuesta de los guardas

El gobierno estatal de Georgia presionó para impedir la producción y exhibición del film. Diversas demandas por libelo fueron interpuestas contra la Warner Bros, pese a que la publicidad omitió deliberadamente toda referencia a las localizaciones e identidades de los personajes reales que inspiraron la ficción.

Tanto el libro como la película, tuvieron una importancia fundamental en la reforma del sistema penitenciario de trabajos forzados en Georgia.

El éxito de crítica y público ayudó a establecer, en la memoria de los aficionados, la imagen de la Warner Bros como una productora especializada en films con cierta carga social.

Una escena del rodaje: la persecución en los pantanos.

En los momentos de estrés, una "pajita" siempre viene bien: Allen despista a los perros sumergido bajo el agua.

Al igual que el propio Burns, Allen consigue evadirse de la prisión y huye a Chicago. Consigue trabajo como operario en la construcción, y consigue al cabo de pocos años, ascender hasta un puesto ejecutivo como arquitecto. Su secreto es descubierto por Marie (Glenda Farrell), una mujer neurótica y posesiva que primero le acosa y luego le chantajea con identificarle a las autoridades a menos que acepte casarse con ella. (La situación empeora con el tiempo. Allen se convierte en un personaje influyente, con una holgada situación económica, y Marie se siente cómda en su posición de mujer respetable.)

La posesiva marie: <No te será tan fácil escapar de mí. Algún día te arrepentirás de no amarme.>

En contraposición a marie, dos mujeres prestan una influencia positiva en el camino a la redención de Allen: la primera, una fulanita de buen corazón que le anima a olvidar y seguir adelante. La otra, una dulce dama de la alta sociedad, Helen, que le presentan en el transcurso de una cena en el Club Chateau, Allen le habla de su placer por “construir puentes y carreteras para que la gente pueda huir a alguna parte”; una fantasía que considera condenada a fracasar, porque “nadie puede escapar; nadie puede”. Durante el baile, salen un momento a la terraza, una breve huida de la realidad, y sobrecogido por la belleza del lago Michigan iluminado por la luz de la luna, ambos se sienten mutuamente atraídos:


Allen: ¿Te importa que nos quedemos aquí un momento… o tienes que marcharte a casa?
Helen: No tengo ningún deber en mi vida. Soy libre, soy joven… tengo veinte y un años.
Allen: Eres afortunada.
Helen: ¿Por qué?
Allen: Bueno, puedes ir donde quieras, hacer lo que quieras…
Helen: ¿Tú no?
Allen: Sí… y no.
Helen: Eres una persona extraña. Necesitarías que alguien te sacara de tu ensimismamiento.
Allen: ¿Estás pidiendo ese trabajo?
Helen: Podría considerarlo.
Allen: Estás contratada.
Helen: ¿Cuándo empiezo?
Allen: Empezaste hace ya varias horas.

La amenaza de volver a ser encerrado persigue a Allen en su vida civil, como una pesadilla recurrente de la que no puede despertar.

Marie se niega a concederle el divorcio y le traiciona a los federales. Las autoridades solicitan su extradición, pero el gobernador de Chicago se niega a acatar la orden. Finalmente, se llega al acuerdo de que la condena se reduzca simbólicamente a noventa días de trabajos forzados. Pero una vez llega a su destino, Allen percibe que ha sido engañado. Los noventa días se prorrogan a un año. Al término de este plazo, el tribunal deniega el indulto prometido y prorroga la condena un año más. Tal y como señala Escalisto (El cine de Escalisto en la página web “Arsenevich”) “el sistema no permite segundas oportunidades”.

Allen es extraditado y devuelto a la prisión estatal

De vuelta al Infierno.

Un primer aviso que su estancia no será cómoda: <Aquí no nos gustan los listillos>.

Los presos son encadenados por los tobillos durante el sueño. Todas las medidas son pocas para evitar nuevas fugas.

“No deja de ser sorprendente la áspera y virulenta carga crítica de la formidable 'Soy un fugitivo' (1932), de MervinLeRoy, tres años despúes del crack del 29, responsabilizando a la corrupción de un sistema ajeno a la justicia social, en el trayecto de un personaje,Allen (esplendido Paul Muni) desde que vuelve de combatir en la primera guerra mundial, anhelante de no sumirse en otra rutina como en la del ejercito, la laboral que le reporta una seguridad inercial sin mayores inquietudes ( como señala su hermano, sacerdote, mejor pájaro en mano que ciento volando), sino construir, crear, en su caso, ser un ingeniero que construya puentes y carreteras, y termina doce años después convertido en un fugitivo que destruye puentes para no ser capturado” (El cine de Escalisto)

<Hay dos maneras de salir de aquí. Trabajando hasta reventar... y reventando>

Esta segunda traición de las autoridades carcelarias determina a Allen a preparar una nueva fuga. Ayudado por otro preso, se apoderan de un camión cargado de dinamita, y tras una una persecución de autómoviles, narrada con una intensidad proverbial, hace estallar el puente que les separa de sus perseguidores (ese puente “que permite a las personas ir a alguna parte”, como ya expresara anteriormente a Helen).

Un descuido le permite robar un camión cargado con dinamita.

Una explosión basta para que Allen rompa con su pasado. Pero también destruye sus sueños de futuro.

Convertido en un fugitivo de la justicia, ya sólo le resta convertirse en un proscrito; el tipo de hombres que ha creado un sistema inhumano que aplica la condena exclusivamente como medida de represión, sin posibilidad de redención. Allan, tras haber sido condenado por dos veces en prisión por un delito que no cometió, acaba por perderse entre las sombras, tal y como refleja el extraordinario plano final, que tanto impacto produjo en su día (hasta el punto de ser determinante en la reforma del sistema penal que se llevó a cabo en Estados Unidos), y que tanta influencia tuvo en cineastas como Samuel Fuller.

El final. Allan aborda a Ellen en la calle, amparado por la oscuridad. Sólo pide un último adiós y una ayuda para pasar la noche. “¿Me escribirás?”, le pide ella, con lágrimas en los ojos. Él niega con la cabeza. Ella le interpela: 
“¿QUÉ HARÁS PARA SOBREVIVIR?”

“…¡ROBAR!”
(Allan da un paso atrás y se pierde entre las sombras)

Al parecer, esta inolvidable escena final fue fruto del azar. Hubo un problema con la iluminación y los ensayos previos se realizaron con una única fuente de luz, realzando el rostro de los actores, embargados por la penumbra. (Años después, el director de fotografía John Fulton exploró este tipo de iluminación expresionista en los títulos de cine negro que realizó al mando de Anthony Mann.) Mervin LeRoy se dio cuenta del poderoso impacto dramático de la subexposición y decidió rodar la escena en estas precarias condiciones. El resultado: un momento inolvidable. Uno de los grandes y más poderosos finales de la historia del cine.



"Tenía que elegir: su pierna... ¡o la libertad!"

“LeRoy narra con un prodigioso dinamismo y una admirable capacidad sintética ( de contundentes elipsis temporales) los diversos avatares que sufre. Los intentos de encontrar un empleo estable tras la guerra, de un trabajo provisional a otro (o de un despido a otro, ya que las empresas no dejan de reducir plantillas),casi convertido en indigente errante, hasta que un funesto azar (se ve implicado en un robo en el que no participa) le supone, nada menos, que una condena de diez años (por un robo de cinco dolares). LeRoy describe con descarnada precisión las infames condiciones en las que malviven los presos (la brutalidad del trabajo en las canteras; la miserable comida; los latigazos a quien no cumple con el trabajo según las exigencias, aunque determine su muerte). Las elipsis del paso del tiempo vienen dadas por el paso de las hojas del calendario mientras resuenan los latigazos. Tras lograr realizar su fuga (magnífica la secuencia orquestada en primeros planos, de sus pies, recibiendo en sus argollas los mazazos de otro preso para ablandarlas, y de los efectos en su rostro; e igual de admirable aquella en la que se oculta bajo el agua respirando por un pajita, mientras le buscan a su alrededor), Allen, por su aptitudes y talento, logra ascender en la empresa en la que empieza a trabajar desde los puestos inferiores (en otro esplendido uso de las elipsis, de nuevo con hojas de calendarios, y los papeles en los que se consigna cómo se incrementa su sueldo).” (El cine de Escalisto)

Cartel de mano de la película en su estreno en España

Soy un fugitivo es un modélico ejemplo de cine de lacerante e implacable crítica social, sin vaselina, y de un dinamismo narrativo portentoso, de impecable dominio de la sintésis (nota personal: a excepción de esta película, LeRoy nunca destacó especialmente por su sentido de la elipsis ni la rapidez de las transiciones). Un gran guión de Sheridan Gibney, Howard J Green y Brown Holmes, que saben condensar en hora y media multiplicidad de circunstancias, y un trabajo de planificación analitica aún hoy ejemplar, así como el trabajo de luces y sombras de Sol Polito. Las secuencias carcelarias, aún hoy también, quedan como algunas de las más efectivamente crudas jamás rodadas.” (El cine de Escalisto)

El productor y director Mervin Le Roy

“Soy un Fugitivo” es considerada unánimemente la obra maestra de su realizador, uno de los más destacados artesanos del cine de estudios de Hollywood. Mervin LeRoy, en este primeros años de la década, destacó junto a William A. Wellman como uno de los directores estrella de la Warner Bros, con películas como “Hampa Dorada” (citada a menudo como el título inaugural del cine de gangsters de esta década), “Five Star Final”, un popular melodrama sobre los excesos de la prensa sensacionalista que fue nominada a uno de los primeros premios oscars, la entretenida “Two Seconds” (el tiempo que tarda Edward G. Robinson en morir electrocutado en la silla eléctrica), el musical “Vampiresas 1933”, y “Three on a match”, una mediocre serie b con un clímax demoledor, pero también uno de los más claros ejemplos de la forma de preparar una película en la productora (la historia se basa en un titular de serie negra, se preparó en tan sólo dos meses y se rodó en apenas uno. Como diría James Cagney: “Éramos así de rápidos”). Tras la al parecer notable (y difícil de ver) “Oil for the lamps of China”, se trasladó a la MGM donde rodó algunos títulos valiosos (“They won´t forget”, otro conocido título de denuncia, y la serie negra “Senda Tenebrosa”), entre otros muchos melodramas rancios y glamorosos (estilo de cartón-piedra) a la mayor gloria de su nueva productora. En su decadencia, se dejó llevar por cierta pretenciosidad, en producciones de alto presupuesto y aún más larga duración, como “Quo Vadis”, “Historia del FBI o “La Reina del Vodevil”. Su mejor título de este periodo fue “The Bad Seed”, un thriller psicológico con niña asesina de por medio, que sigue destacando como una de sus obras más entretenidas. En el momento de su muerte, los medios de comunicación le recordaron como el productor de “El mago de Oz”; un trabajo “de encargo” que abordó con la pericia y profesionalidad que acostumbraba.

Una imagen del cortometraje musical Vodaphone "20.000 Cheers in the Chain Gang" (1933). La más delirante de las secuelas de "Soy un Fugitivo".

Aunque no fue la primera película penitenciaria de este periodo (mérito que quizás recaiga en "El presidio", 1930. George W. Hill), ni tampoco la más crítica o realista  (la frustrada "Hells Highway" de Rowland Brown, 1932), "Soy un fugitivo" sí es la más influyente de las películas del sugénero a todos los niveles, hasta el punto de convertirse en un referente obligado de títulos más recientes como "La leyenda del Indomable" (Cool hand Luke, 1967), "Brubaker" (1980) y "La Milla Verde" (The Green Mile, 1999). Su éxito dio lugar a diversas imitaciones, siendo la más conocida la entretenida "20.000 pasos en Sing Sing" de Michael Curtiz, con Spencer Tracy y Bette Davis (1932).

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