SOY UN
FUGITIVO (1932)
MervynLeRoy
"I Am a Fugitive From a Chain Gang". Una producción de Hal B. Wallis para la Warner Bros. Pictures. Dirigida por Mervin leRoy. Guion: Howarnd Green y Brown Holmes, basado en la novela de Robert E. Burns: "I Am a Fugitive From a Georgia Chain Gang". Dirección de fotografía: Sol Polito. Edición: William Holmes. Dirección artística: Jack Okey. Música: Leo F. Forbstein. Intérpretes: Paul Muni, Glenda Farrell, Helen Vinson, Preston Foster, Edward Ellis, Allen Jenkins, Sally Blane. 90 ms. ByN.
La primera película de Paul Muni para la Warner Bros estaba basada en la autobiografía de Robert E. Burns “I am a fugitive from a Georgia Chain Gang” (el nombre del estado se retiró de la versión cinematográfica por las presiones de las autoridades al estudio). El propio Burns trabajó como asesor durante la producción del film, que pese a sus aparentes convenciones cinematográficas fue sorprendentemente fiel a la novela. De hecho, a excepción del final, tan alabado paradójicamente por su realismo, la película es un retrato veraz de la odisea personal del escritor.
Robert
Burns fue condenado, por el delito de robar cinco dólares de una mercería, a trabajos
forzados en un campo de prisioneros de Georgia. En 1922 se evadió del penal y
huyó a Chicago, donde se convirtió en un escritor y editor de éxito. Su exmujer
le denunció a las autoridades, revelando su identidad, por lo que fue
extraditado de nuevo a Georgia pese a las peticiones de clemencia de personajes
muy influyentes. Se evadió en una segunda ocasión, trasladándose a Nueva
Jersey, donde rehízo su vida trabajando como asesor fiscal. Confortablemente
instaurado, escribió la novela “I am a Fugitive…”, como denuncia de la
situación de los reos en las prisiones sureñas. Las autoridades de Georgia
volvieron a reclamar su entrega a las autoridades federales una segunda vez,
aunque sin éxito en esta ocasión, pues hasta tres gobernadores de Nueva Jersey
se negaron a cumplir la orden de extradición.
En su
periplo como vagabundo, Allen se ve inocentemente involucrado en un asalto a
una hamburguesería
En
la película, Paul Muni interpreta a James Allen, un honesto ingeniero del
ejército que se ve desempleado al término de la I Guerra Mundial. En una
emocionante escena, intenta vender sus medallas, pero el dueño de la tienda rechaza
la oferta, comentando lacónicamente que ya tiene demasiadas y que carecen de
valor: “son una droga para el mercado”.
La depresión convirtió a numerosos veteranos de
Guerra en vagabundos. El film se inició de hecho apenas un mes después que el
Presidente Herbert Hoover ordenara una carga contra una manifestación de 8.000
veteranos de guerra por el modo en que la Administración se había despreocupado
de ellos
Allen
es arrestado por la policía, que le confunde con el responsable de un atraco.
Incapaz de demostrar su inocencia, es condenado a trabajos forzados en un campo
de trabajos, en un lugar indefinido del sur de los Estados Unidos. Un sitio
brutal donde la más leve infracción se paga a latigazos.
Los castigos físicos son habituales en prisión. Cualquier mínimo gesto de rebeldía, real o imaginado, recibe la brutal respuesta de los guardas
El gobierno estatal de Georgia presionó para
impedir la producción y exhibición del film. Diversas demandas por libelo
fueron interpuestas contra la Warner Bros, pese a que la publicidad omitió
deliberadamente toda referencia a las localizaciones e identidades de los
personajes reales que inspiraron la ficción.
Tanto el libro como la película, tuvieron una
importancia fundamental en la reforma del sistema penitenciario de trabajos forzados en Georgia.
El éxito de crítica y público ayudó a establecer,
en la memoria de los aficionados, la imagen de la Warner Bros como una
productora especializada en films con cierta carga social.
Una escena del rodaje: la persecución en los pantanos.
En los momentos de estrés, una "pajita" siempre viene bien: Allen despista a los perros sumergido bajo el agua.
Al
igual que el propio Burns, Allen consigue evadirse de la prisión y huye a
Chicago. Consigue trabajo como operario en la construcción, y consigue al cabo
de pocos años, ascender hasta un puesto ejecutivo como arquitecto. Su secreto
es descubierto por Marie (Glenda Farrell), una mujer neurótica y posesiva que primero le acosa y luego le chantajea con identificarle a
las autoridades a menos que acepte casarse con ella. (La situación empeora con el tiempo. Allen se convierte en
un personaje influyente, con una holgada situación económica, y Marie se siente cómda en su posición de mujer respetable.)
La posesiva marie: <No te será tan fácil escapar de mí. Algún día te arrepentirás de no amarme.>
En contraposición a marie, dos mujeres prestan una influencia positiva en el camino a la redención de Allen: la primera, una fulanita de buen corazón que le anima a olvidar y seguir adelante. La otra, una dulce dama de la alta
sociedad, Helen, que le presentan en el transcurso de una cena en el Club Chateau, Allen le habla de su placer por “construir puentes y
carreteras para que la gente pueda huir a alguna parte”; una fantasía que
considera condenada a fracasar, porque “nadie puede escapar; nadie puede”.
Durante el baile, salen un momento a la terraza, una breve huida de la
realidad, y sobrecogido por la belleza del lago Michigan iluminado por la luz
de la luna, ambos se sienten mutuamente atraídos:
Allen: ¿Te importa que nos quedemos
aquí un momento… o tienes que marcharte a casa?
Helen: No tengo ningún deber
en mi vida. Soy libre, soy joven… tengo veinte y un años.
Allen: Eres afortunada.
Helen: ¿Por qué?
Allen: Bueno, puedes ir donde
quieras, hacer lo que quieras…
Helen: ¿Tú no?
Allen: Sí… y no.
Helen: Eres una persona
extraña. Necesitarías que alguien te sacara de tu ensimismamiento.
Allen: ¿Estás pidiendo ese
trabajo?
Helen: Podría considerarlo.
Allen: Estás contratada.
Helen: ¿Cuándo empiezo?
Allen: Empezaste hace ya varias
horas.
La amenaza de volver a ser encerrado persigue a Allen en su vida civil, como una pesadilla recurrente de la que no puede despertar.
Marie se niega a concederle el divorcio y le traiciona a
los federales. Las autoridades solicitan su extradición, pero el gobernador de
Chicago se niega a acatar la orden. Finalmente, se llega al acuerdo de que la
condena se reduzca simbólicamente a noventa días de trabajos forzados. Pero una
vez llega a su destino, Allen percibe que ha sido engañado. Los noventa días se
prorrogan a un año. Al término de este plazo, el tribunal deniega el indulto
prometido y prorroga la condena un año más. Tal y como señala Escalisto (El
cine de Escalisto en la página web “Arsenevich”) “el sistema no permite segundas oportunidades”.
Allen es extraditado y devuelto a la prisión estatal
De vuelta al Infierno.
Un primer aviso que su estancia no será cómoda: <Aquí no nos gustan los listillos>.
Los presos son encadenados por los tobillos
durante el sueño. Todas las medidas son pocas para evitar nuevas fugas.
“No deja de ser sorprendente
la áspera y virulenta carga crítica de la formidable 'Soy un fugitivo' (1932),
de MervinLeRoy, tres años despúes del crack del 29, responsabilizando a la
corrupción de un sistema ajeno a la justicia social, en el trayecto de un
personaje,Allen (esplendido Paul Muni) desde que vuelve de combatir en la
primera guerra mundial, anhelante de no sumirse en otra rutina como en la del
ejercito, la laboral que le reporta una seguridad inercial sin mayores
inquietudes ( como señala su hermano, sacerdote, mejor pájaro en mano que
ciento volando), sino construir, crear, en su caso, ser un ingeniero que
construya puentes y carreteras, y termina doce años después convertido en un
fugitivo que destruye puentes para no ser capturado” (El cine de Escalisto)
<Hay dos
maneras de salir de aquí. Trabajando hasta reventar... y reventando>
Esta
segunda traición de las autoridades carcelarias determina a Allen a preparar
una nueva fuga. Ayudado por otro preso, se apoderan de un camión cargado de
dinamita, y tras una una persecución de autómoviles, narrada con una intensidad
proverbial, hace estallar el puente que les separa de sus perseguidores (ese
puente “que permite a las personas ir a
alguna parte”, como ya expresara anteriormente a Helen).
Un descuido le permite robar un camión cargado con dinamita.
Una explosión basta para que Allen rompa con su pasado. Pero también destruye sus sueños de futuro.
Convertido
en un fugitivo de la justicia, ya sólo le resta convertirse en un proscrito; el
tipo de hombres que ha creado un sistema inhumano que aplica la condena
exclusivamente como medida de represión, sin posibilidad de redención. Allan, tras
haber sido condenado por dos veces en prisión por un delito que no cometió,
acaba por perderse entre las sombras, tal y como refleja el extraordinario
plano final, que tanto impacto produjo en su día (hasta el punto de ser
determinante en la reforma del sistema penal que se llevó a cabo en Estados
Unidos), y que tanta influencia tuvo en cineastas como Samuel Fuller.
El
final. Allan aborda a Ellen en la calle, amparado por la oscuridad. Sólo pide
un último adiós y una ayuda para pasar la noche. “¿Me escribirás?”, le pide ella, con lágrimas en los ojos. Él niega
con la cabeza. Ella le interpela:
“¿QUÉ
HARÁS PARA SOBREVIVIR?”
“…¡ROBAR!”
(Allan da un paso atrás y se pierde entre las
sombras)
Al
parecer, esta inolvidable escena final fue fruto del azar. Hubo un problema con
la iluminación y los ensayos previos se realizaron con una única fuente de luz,
realzando el rostro de los actores, embargados por la penumbra. (Años después, el
director de fotografía John Fulton exploró este tipo de iluminación
expresionista en los títulos de cine negro que realizó al mando de Anthony
Mann.) Mervin LeRoy se dio cuenta del poderoso impacto dramático de la
subexposición y decidió rodar la escena en estas precarias condiciones. El
resultado: un momento inolvidable. Uno de los grandes y más poderosos finales
de la historia del cine.
"Tenía que elegir: su pierna... ¡o la libertad!"
“LeRoy narra con un
prodigioso dinamismo y una admirable capacidad sintética ( de contundentes
elipsis temporales) los diversos avatares que sufre. Los intentos de encontrar
un empleo estable tras la guerra, de un trabajo provisional a otro (o de un
despido a otro, ya que las empresas no dejan de reducir plantillas),casi
convertido en indigente errante, hasta que un funesto azar (se ve implicado en
un robo en el que no participa) le supone, nada menos, que una condena de diez
años (por un robo de cinco dolares). LeRoy describe con descarnada precisión
las infames condiciones en las que malviven los presos (la brutalidad del
trabajo en las canteras; la miserable comida; los latigazos a quien no cumple
con el trabajo según las exigencias, aunque determine su muerte). Las elipsis
del paso del tiempo vienen dadas por el paso de las hojas del calendario
mientras resuenan los latigazos. Tras lograr realizar su fuga (magnífica la
secuencia orquestada en primeros planos, de sus pies, recibiendo en sus
argollas los mazazos de otro preso para ablandarlas, y de los efectos en su
rostro; e igual de admirable aquella en la que se oculta bajo el agua
respirando por un pajita, mientras le buscan a su alrededor), Allen, por su
aptitudes y talento, logra ascender en la empresa en la que empieza a trabajar desde
los puestos inferiores (en otro esplendido uso de las elipsis, de nuevo con
hojas de calendarios, y los papeles en los que se consigna cómo se incrementa
su sueldo).”
(El cine de Escalisto)
Cartel de mano de la película en su estreno en España
“Soy un fugitivo es un modélico ejemplo de
cine de lacerante e implacable crítica social, sin vaselina, y de un dinamismo
narrativo portentoso, de impecable dominio de la sintésis (nota personal: a
excepción de esta película, LeRoy nunca destacó especialmente por su sentido
de la elipsis ni la rapidez de las transiciones). Un gran guión de Sheridan Gibney, Howard J Green y Brown Holmes, que
saben condensar en hora y media multiplicidad de circunstancias, y un trabajo
de planificación analitica aún hoy ejemplar, así como el trabajo de luces y
sombras de Sol Polito. Las secuencias carcelarias, aún hoy también, quedan como
algunas de las más efectivamente crudas jamás rodadas.” (El cine de
Escalisto)
El productor y director Mervin Le Roy
“Soy un Fugitivo” es considerada
unánimemente la obra maestra de su realizador, uno de los más destacados
artesanos del cine de estudios de Hollywood. Mervin LeRoy, en este primeros
años de la década, destacó junto a William A. Wellman como uno de los directores
estrella de la Warner Bros, con películas como “Hampa Dorada” (citada a menudo
como el título inaugural del cine de gangsters de esta década), “Five Star
Final”, un popular melodrama sobre los excesos de la prensa sensacionalista que
fue nominada a uno de los primeros premios oscars, la entretenida “Two Seconds”
(el tiempo que tarda Edward G. Robinson en morir electrocutado en la silla
eléctrica), el musical “Vampiresas 1933”, y “Three on a match”, una mediocre
serie b con un clímax demoledor, pero también uno de los más claros ejemplos de
la forma de preparar una película en la productora (la historia se basa en un
titular de serie negra, se preparó en tan sólo dos meses y se rodó en apenas
uno. Como diría James Cagney: “Éramos así de rápidos”). Tras la al parecer
notable (y difícil de ver) “Oil for the lamps of China”, se trasladó a la MGM
donde rodó algunos títulos valiosos (“They won´t forget”, otro conocido título
de denuncia, y la serie negra “Senda Tenebrosa”), entre otros muchos melodramas
rancios y glamorosos (estilo de cartón-piedra) a la mayor gloria de su nueva
productora. En su decadencia, se dejó llevar por cierta pretenciosidad, en
producciones de alto presupuesto y aún más larga duración, como “Quo Vadis”,
“Historia del FBI o “La Reina del Vodevil”. Su mejor título de este periodo fue
“The Bad Seed”, un thriller psicológico con niña asesina de por medio, que
sigue destacando como una de sus obras más entretenidas. En el momento de su
muerte, los medios de comunicación le recordaron como el productor de “El mago
de Oz”; un trabajo “de encargo” que abordó con la pericia y profesionalidad que
acostumbraba.
Una imagen del cortometraje musical Vodaphone "20.000 Cheers in the Chain Gang" (1933). La más delirante de las secuelas de "Soy un Fugitivo".
Aunque no fue la primera película penitenciaria de este periodo (mérito que quizás recaiga en "El presidio", 1930. George W. Hill), ni tampoco la más crítica o realista (la frustrada "Hells Highway" de Rowland Brown, 1932), "Soy un fugitivo" sí es la más influyente de las películas del sugénero a todos los niveles, hasta el punto de convertirse en un referente obligado de títulos más recientes como "La leyenda del Indomable" (Cool hand Luke, 1967), "Brubaker" (1980) y "La Milla Verde" (The Green Mile, 1999). Su éxito dio lugar a diversas imitaciones, siendo la más conocida la entretenida "20.000 pasos en Sing Sing" de Michael Curtiz, con Spencer Tracy y Bette Davis (1932).
Interesante entrada...por supuesto, me la apunto...
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