sábado, 4 de octubre de 2014

LA SIGNORA DI TUTTI

LA MUJER DE TODOS
de Max Ophüls


“La Signora de Tutti”. Una producción de Angelo Rizzoli para Novella films.
Director: Max Ophuls. Guion: Max Ophuls, Hans Wilhelm y Curt Alexander, adaptado de la novela de Salvatore Gotta.  Director de Fotografia: Ubaldo Arata. Montaje: Ferdinando Maria Poggioli. Dirección artística: Giuseppe Capponi. Música: Daniele Amphitheatroff. Iterpretada por: Isa Miranda, Memo Benassi, Tatiana Pavlova, Nelly Corradi, Federico Benfer, Franco Coop, Lamberto Picasso y Attilio Ortolani. ByN. 97 ms.

La película está basada en una novela del escritor de filiación fascista Salvatore Gotta, mejor conocido por sus biografías y dramas históricos.

Pude disfrutar de “La Signora de Tutti” en uno de los pases del programa “Qué Grande es el Cine” de José Luis Garci. Conocía “Libelei” por referencias, pero muchas de las restantes películas que Max Ophuls dirigió en Europa durante la década de los treinta, huyendo de la Alemania Nazi, me eran desconocidas. En concreto, dos de sus mejores películas de este periodo: “Divine” y esta “La Signora de Tutti”, que rodó en los Paises Bajos e Italia, respectivamente. No encontraba libros de referencia ni comentarios de primera mano. Y poder acceder a ellas, salvo alguna proyección sorpresa en la Filmoteca, se antojaba imposible. Cuando pude finalmente verla, los resultados superaron con mucho mis expectativas. “La Signora de Tutti”, pese a ser una película muy temprana ya manifestaba muchos de los rasgos de madurez del mejor Ophuls, el de la década de los 50. Existían además ciertas similitudes con uno de los títulos mejor conocidos del autor, la para mi gusto sobrevalorada “Lola Montes”, pero con un sentimiento de pathos y un dramatismo que parece a menudo ausente de sus otras obras maestras: “La Ronda” y “Madame D.”, y la emparejaba con otra de mis favoritas: las inolvidable “Carta de una Desconocida”. Hoy día, recién restaurada y editada en DVD y Blue Ray por editoriales de prestigio como Eureka, “La Signora di Tutti” permanece a disposición de un público potencial que hasta ahora le era esquivo. Y es reconocida, merecidamente, como un título referencial en la filmografía del director.

Durante los títulos de crédito de la película, se escucha una canción que dice: “Soy la mujer de todo el mundo; nadie es para mí.”

La música resulta ser diegética y provenir de un elemento del decorado: un antiguo gramófono. Cuando la aguja llega al final de la canción y queda varada en la etiqueta, tenemos un primer presagio del destino trágico de la protagonista.

La protagonista es Gaby Doriot, una joven y bella estrella del cine que ha intentado suicidarse. Una rápida elipsis nos lleva al camerino donde los cirujanos intentan salvar su vida. Tendida sobre una mesa de operaciones, Gaby contempla entre brumas cómo la mascarilla de la anestesia se cierne sobre ella, induciéndola al sueño, haciéndola recordar su vida pasada en breves y enigmáticos flashbacks, que rara vez nos son mostrados desde su punto de vista.

En la semiinconsciencia, la orientación se pierde. Derecha e izquierda, arriba y abajo, se confunden.

La visión descontextualizada de la mascarilla de oxígeno le da una apariencia espectral: ¡es el dedo del destino, que ya ha escogido a su víctima!

La vida de Gaby desfila ante nuestros ojos, centrada especialmente en su desgraciada vida amorosa. En las primeras imágenes, la vemos como el amor adolescente de uno de los profesores de la escuela. El desgraciado, tras verse descubierto, decide suicidarse, condenando a su amante a convertirse en la comidilla del pueblo; una mácula irredimible para una familia que vive en una comunidad católica cerrada. Gaby es condenada por su padre a vivir encerrada tras los muros de su casa, con la sola compañía de su hermana. Demasiado hermosa para su pesar, Gaby es una víctima; pasiva y reservada, tiene la desgracia de provocar la atracción de los hombres que la rodean, incapaz de resistirse a sus sofocados encantos. Su inocencia es como la miel que engolosina a los moscones. Y dado que carece de amistades, y que su única relación se ha caracterizado por el sexo, la coquetería es innata en ella. Y no duda en utilizarla para encontrar una válvula de escape a su “encierro”, sin percibirse de los catastróficos efectos que puede causar a su alrededor.

La respetable familia Doriot. Las miradas de recriminación son una constante. ¿Miedo? ¿Celos? ¿Vergüenza?... Durante toda la narración se mantiene la ambigüedad sobre la verdadera personalidad de Gaby. (“¿Víctima o mujer fatal?” decía la publicidad de la película.)

Tras un largo año de cautiverio, castigada a permanecer entre los muros de su casa, Gaby y su hermana Anna son invitadas a asistir a una fiesta de estudiantes en casa del rico banquero Leonardo Nanni. Su hijo, Roberto, admira la belleza tranquila y reservada de Gaby y baila con ella en el salón. La escena es interrumpida por la madre de Roberto, una inválida en silla de ruedas que se siente igualmente atraída por la joven, a la que invita a acompañarla siempre que ella desee. A partir de ese momento, las visitas de Anna y Gaby a la casa de los Nanni son cada vez más largas y prolongadas.

El baile de Roberto y Gaby: la pareja sale de cuadro, y el reencuadre se produce con la cámara girando en el sentido contrario al movimiento de los personajes. Por un momento, el sentido del espacio y el tiempo se alteran, contagiados de la emoción de Gaby (¡es la primera fiesta de sociedad a la que asiste!). Lo que parecen segundos, se ha convertido en horas.

Gaby se convierte en la compañía inseparable de la señora Nanni, como la hija que ésta nunca tuvo. El padre de la familia está siempre ausente, entregado a su trabajo, y apenas mantiene vida marital con su esposa.

Como toda heroína trágica que se precie, Gaby parece condenada a repetir una y otra vez el mismo error que convirtiera su adolescencia en un infierno. Cuando Roberto marcha al extranjero para continuar sus estudios, Gaby repite sus visitas a casa de los Nanni, ganándose el rendido afecto del matrimonio, Alma y Leonardo. En dos secuencias memorables: un encuentro esporádico en el lago y una velada en la ópera, Ophüls desarrolla con admirable concisión y elegancia cómo la atracción inicial de Leonardo hacia Gaby se convierte en un sentimiento más poderoso que acabará convirtiéndoles en amantes. Una vez más, Gaby parece llevar la infelicidad hacia aquellos que la rodean.

La escena del lago: Leonardo y Gaby se mueren hacia diferentes direcciones del cuadro, lo que para algún crítico moderno supone un claro salto de las reglas del raccord. En verdad, la elección de la posición de cámara es la más adecuada y fue precisamente la que instauró la regla del plano contraplano ya desde 1911, situando la cámara en una posición equidistante de ambos personajes, cuyo recorrido se sitúa en paralelo, con la cámara a unos 60º-75º de la frontal, enfocando a izquierda y derecha. Una planificación perfecta. 

Un fragmento del film: Gaby y Leonardo van a la ópera.

La secuencia de la ópera: la cámara enfoca a Gaby y Leonardo en el palco. La música oculta el sonido ambiente. La orquesta aparece en sobreimpresión sobre la pareja mientras Leonardo explica la escena del drama a Gaby. A mitad de la secuencia, saltamos a la habitación de Alma. La música sigue sonando de forma no diegética, mientras Leonardo le cuenta a su esposa la historia de la ópera. La narración fascina a Gaby, que mira a Leonardo absorta, reviviendo emocionada los pasajes del drama musical. Es admirable cómo por gestos y miradas se va insinuando la pasión que está naciendo entre ambos, acompasada a su relato, y culminando con un impetuoso amago de beso de Nanni hacia Gaby, cuando ambos permanecen ocultos de Alma, tras los cortinajes de la cama.

Gaby pide permiso para fumar un cigarrillo que Leonardo, solícito, le enciende: una invitación a nuevos placeres que ambos están dispuestos a compartir.

Una pasión turbia e intoxicante, tan letal como la nicotina.

Varias secuencias después, la música que suena desde la radio de Alma parece inflamar la pasión de Gaby, que abandona su dormitorio para buscar a Leonardo. Es una secuencia ambigua, pues Gaby parece sonreír al espejo, una vez decide seducir a su nuevo amante, dejándonos en la duda de si nos encontramos verdaderamente ante una figura trágica o una mujer fatal. Desde su habitación, Alma llama a Gaby sin obtener respuesta. La música de fondo (la misma de la ópera) la hace recordar la escena anterior y por primera vez Alma advierte que quizás está siendo traicionada por una doble infidelidad. Es una escena de raíces expresionistas, que debió influir en el primer Orson Welles (el de “Ciudadano Kane”), y también algo enfática, con uso de primeros planos distorsionados, emplazamientos de cámara cenitales (la escalera) y un montaje abrupto que recuerda también al cine negro.


Alma no es tan inofensiva como parecía postrada en su cama

Gaby busca a Leonardo en el jardín de la casa

Alma decide bajar por sus propios medios para atrapar a los amantes furtivos

Alma comienza a llamar a Gaby y Leonardo con desesperación, sin recibir respuesta, y se dirige en su silla de ruedas por el pasillo (travellings que sólo encuadran su sombra), hasta que accidentalmente se precipita por las escaleras con su silla de ruedas. Cuando Gaby vuelve del jardín y ve lo que ha sucedido, sube a la habitación de Alma, donde primero apaga y luego rompe la radio en la que suena la música, diciendo '¡No quiero más ésto!'. Si la música era antes el recordatorio de su amor por Leonardo, ahora será la metáfora de su remordimiento y una metáfora de su sentimiento de culpa. Ni siquiera la radio rota impide que la música siga sonando. Y posteriormente, cuando Gaby esté casada con Leonardo y vuelva a la casa, la presencia de Alma seguirá estando presente en el mobiliario como el testimonio mudo de su traición. Y la música seguirá sonando en su cabeza, sin que Gaby pueda silenciar el ahora ominoso sonido de los violines.

La culpa tortura a Gaby. La casa de Alma nunca podrá ser la suya.

El matrimonio de Leonardo Nanni y Gaby está condenado antes de empezar; ningún miembro de sus respectivas familias acude a la boda. Su viaje de bodas será una huida constante hacia ninguna parte, de un país y una ciudad a otra, sin rumbo fijo, sin fecha de vuelta. Escapando de un pasado que amenaza con apresarles. Se convierten en fugitivos de sí mismos que apenas pueden contar con el apoyo de terceros. Si antes ansiaban estar juntos, ahora su amor se ha convertido en insoportable. Leonardo abandona sus deberes y actúa negligentemente en el banco, mientras Gaby escapa, comunicándole su separación por teléfono. Sin familia, sin amigos, sin trabajo, desprovisto de todos y de todo, lejos de Gaby, Leonardo se hunde en el recuerdo de ese amor imposible y fatal y se convierte en un paria. Su última escena en el vestíbulo de un cine de estreno, rodeado de las fotografías y recuerdos de su adorada Gaby, apurando un último cigarrillo que se apaga lacio en sus labios, es de un patetismo aterrador. La cámara sigue a Leonardo en uno de esos travellings circulares, tan queridos por el realizador, enfocándole de frente, mientras la emoción le consume por dentro y acaban convirtiéndole en la caricatura del hombre que fue.

El que se acuesta con niñas acaba mojado

"En el cine estoy rodeada de hombres", comenta Gaby a su publicista, pero "en la vida siempre estuve sola". La muerte de Leonardo puede derivar en un escándalo, y durante el funeral, Gaby intenta volver a estrechar sus lazos de amistad con Roberto, el hijo de aquél. Su anterior pretendiente. Si sólo hubieran podido continuar aquel baile en la fiesta, si su madre no les hubiera interrumpido… Demasiados “síes” sin continuidad, pues Roberto está ahora casado (y con Anna, precisamente). Las pocas esperanzas de felicidad de Gaby se esfuman para siempre. La que es conocida como la “señora de todos”, por la canción que la ha hecho famosa en el cine, es incapaz de mantener el amor de nadie. Víctima de un temperamento pasional y autodestructivo, Gaby decide poner fin a su vida

El tema principal de la película, cantado por Isa Miranda, fue también muy difundido en Italia como publicidad del film

La película de Ophuls es una antología de recursos narrativos y escénicos, con un soberbio uso de la elipsis, el sonido y el fuera de campo (la despedida por teléfono a Leonardo; la escena en que se debate el futuro de Gaby mientras da de comer al perro de la familia…). A nivel de planificación  hace gala de “un deslumbrante alarde de ingenio expresivo con una puesta en escena de un modernidad portentosa en el uso de los movimientos de cámara (nadie como Ophuls les ha dado tanta altura expresiva) o las elipsis, o encadenados entre planos dentro de una misma secuencia. Y es otra afilada reflexión sobre la lacerante escisión entre representación y realidad, la sublimación de la imagen y las agitadas mareas de los sentimientos.” (Alexander Zárate, en su artículo de la película, publicado en el blog “El cine de Solaris”)

"La Signora di Tutti" es una absoluta obra maestra, que se encuentra sin duda entre las grandes películas de la década de los 30, y entre las mejores de la filmografía de su director.

Las rotativas se paran con el último suspiro de Gaby. Su desdichada vida ha llegado a su fin. Y la película con ella.

1 comentario:

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