LA MUJER DE TODOS
de Max Ophüls
“La Signora de Tutti”.
Una producción de Angelo Rizzoli para Novella films.
Director: Max Ophuls.
Guion: Max Ophuls, Hans Wilhelm y Curt Alexander, adaptado de la novela de Salvatore
Gotta. Director de Fotografia: Ubaldo
Arata. Montaje: Ferdinando Maria Poggioli. Dirección artística: Giuseppe
Capponi. Música: Daniele Amphitheatroff. Iterpretada por: Isa Miranda, Memo
Benassi, Tatiana Pavlova, Nelly Corradi, Federico Benfer, Franco Coop, Lamberto
Picasso y Attilio Ortolani. ByN. 97 ms.
La película está
basada en una novela del escritor de filiación fascista Salvatore Gotta, mejor
conocido por sus biografías y dramas históricos.
Pude disfrutar de “La Signora de Tutti”
en uno de los pases del programa “Qué Grande es el Cine” de José Luis Garci.
Conocía “Libelei” por referencias, pero muchas de las restantes películas que
Max Ophuls dirigió en Europa durante la década de los treinta, huyendo de la
Alemania Nazi, me eran desconocidas. En concreto, dos de sus mejores películas
de este periodo: “Divine” y esta “La Signora de Tutti”, que rodó en los Paises
Bajos e Italia, respectivamente. No encontraba libros de referencia ni
comentarios de primera mano. Y poder acceder a ellas, salvo alguna proyección sorpresa
en la Filmoteca, se antojaba imposible. Cuando pude finalmente verla, los
resultados superaron con mucho mis expectativas. “La Signora de Tutti”, pese a
ser una película muy temprana ya manifestaba muchos de los rasgos de madurez
del mejor Ophuls, el de la década de los 50. Existían además ciertas
similitudes con uno de los títulos mejor conocidos del autor, la para mi gusto
sobrevalorada “Lola Montes”, pero con un sentimiento de pathos y un dramatismo
que parece a menudo ausente de sus otras obras maestras: “La Ronda” y “Madame
D.”, y la emparejaba con otra de mis favoritas: las inolvidable “Carta de una
Desconocida”. Hoy día, recién restaurada y editada en DVD y Blue Ray por
editoriales de prestigio como Eureka, “La Signora di Tutti” permanece a
disposición de un público potencial que hasta ahora le era esquivo. Y es
reconocida, merecidamente, como un título referencial en la filmografía del
director.
Durante los títulos de
crédito de la película, se escucha una canción que dice: “Soy la mujer de todo
el mundo; nadie es para mí.”
La música resulta ser diegética y provenir de un elemento del decorado: un antiguo gramófono. Cuando la
aguja llega al final de la canción y queda varada en la etiqueta, tenemos un
primer presagio del destino trágico de la protagonista.
La protagonista es Gaby Doriot, una
joven y bella estrella del cine que ha intentado suicidarse. Una rápida elipsis
nos lleva al camerino donde los cirujanos intentan salvar su vida. Tendida
sobre una mesa de operaciones, Gaby contempla entre brumas cómo la mascarilla
de la anestesia se cierne sobre ella, induciéndola al sueño, haciéndola
recordar su vida pasada en breves y enigmáticos flashbacks, que rara vez nos
son mostrados desde su punto de vista.
En la semiinconsciencia, la
orientación se pierde. Derecha e izquierda, arriba y abajo, se confunden.
La visión descontextualizada
de la mascarilla de oxígeno le da una apariencia espectral: ¡es el dedo del
destino, que ya ha escogido a su víctima!
La vida de Gaby desfila ante nuestros
ojos, centrada especialmente en su desgraciada vida amorosa. En las primeras
imágenes, la vemos como el amor adolescente de uno de los profesores de la
escuela. El desgraciado, tras verse descubierto, decide suicidarse, condenando
a su amante a convertirse en la comidilla del pueblo; una mácula irredimible
para una familia que vive en una comunidad católica cerrada. Gaby es condenada
por su padre a vivir encerrada tras los muros de su casa, con la sola compañía
de su hermana. Demasiado hermosa para su pesar, Gaby es una víctima; pasiva y
reservada, tiene la desgracia de provocar la atracción de los hombres que la
rodean, incapaz de resistirse a sus sofocados encantos. Su inocencia es como la
miel que engolosina a los moscones. Y dado que carece de amistades, y que su
única relación se ha caracterizado por el sexo, la coquetería es innata en
ella. Y no duda en utilizarla para encontrar una válvula de escape a su
“encierro”, sin percibirse de los catastróficos efectos que puede causar a su
alrededor.
La respetable familia Doriot. Las
miradas de recriminación son una constante. ¿Miedo? ¿Celos? ¿Vergüenza?...
Durante toda la narración se mantiene la ambigüedad sobre la verdadera
personalidad de Gaby. (“¿Víctima o mujer fatal?” decía la publicidad de la
película.)
Tras un largo año de cautiverio, castigada a permanecer entre los muros de su casa, Gaby y su hermana Anna son
invitadas a asistir a una fiesta de estudiantes en casa del rico banquero
Leonardo Nanni. Su hijo, Roberto, admira la belleza tranquila y reservada de
Gaby y baila con ella en el salón. La escena es interrumpida por la madre de
Roberto, una inválida en silla de ruedas que se siente igualmente atraída por
la joven, a la que invita a acompañarla siempre que ella desee. A partir de ese
momento, las visitas de Anna y Gaby a la casa de los Nanni son cada vez más
largas y prolongadas.
El baile de Roberto y Gaby:
la pareja sale de cuadro, y el reencuadre se produce con la cámara girando en
el sentido contrario al movimiento de los personajes. Por un momento, el
sentido del espacio y el tiempo se alteran, contagiados de la emoción de Gaby
(¡es la primera fiesta de sociedad a la que asiste!). Lo que parecen segundos,
se ha convertido en horas.
Gaby se convierte en la
compañía inseparable de la señora Nanni, como la hija que ésta nunca tuvo. El
padre de la familia está siempre ausente, entregado a su trabajo, y apenas
mantiene vida marital con su esposa.
Como toda heroína trágica que se precie,
Gaby parece condenada a repetir una y otra vez el mismo error que convirtiera
su adolescencia en un infierno. Cuando Roberto marcha al extranjero para
continuar sus estudios, Gaby repite sus visitas a casa de los Nanni, ganándose
el rendido afecto del matrimonio, Alma y Leonardo. En dos secuencias
memorables: un encuentro esporádico en el lago y una velada en la ópera, Ophüls
desarrolla con admirable concisión y elegancia cómo la atracción inicial de
Leonardo hacia Gaby se convierte en un sentimiento más poderoso que acabará
convirtiéndoles en amantes. Una vez más, Gaby parece llevar la
infelicidad hacia aquellos que la rodean.
La escena del lago: Leonardo y Gaby se
mueren hacia diferentes direcciones del cuadro, lo que para algún crítico
moderno supone un claro salto de las reglas del raccord. En verdad, la elección
de la posición de cámara es la más adecuada y fue precisamente la que instauró
la regla del plano contraplano ya desde 1911, situando la cámara en una
posición equidistante de ambos personajes, cuyo recorrido se sitúa en paralelo,
con la cámara a unos 60º-75º de la frontal, enfocando a izquierda y derecha.
Una planificación perfecta.
Un fragmento del film: Gaby y Leonardo van a la ópera.
La secuencia de la ópera: la cámara
enfoca a Gaby y Leonardo en el palco. La música oculta el sonido ambiente. La orquesta aparece en sobreimpresión sobre la pareja mientras Leonardo explica la escena del drama a Gaby. A
mitad de la secuencia, saltamos a la habitación de Alma. La música sigue
sonando de forma no diegética, mientras Leonardo le cuenta a su esposa la historia de la ópera. La narración fascina a Gaby, que mira a
Leonardo absorta, reviviendo emocionada los pasajes del drama musical. Es
admirable cómo por gestos y miradas se va insinuando la pasión que está
naciendo entre ambos, acompasada a su relato, y culminando con un
impetuoso amago de beso de Nanni hacia Gaby, cuando ambos permanecen ocultos de Alma, tras los cortinajes de la cama.
Gaby pide
permiso para fumar un cigarrillo que Leonardo, solícito, le enciende: una
invitación a nuevos placeres que ambos están dispuestos a compartir.
Una pasión turbia e
intoxicante, tan letal como la nicotina.
Varias secuencias después, la música que
suena desde la radio de Alma parece inflamar la pasión de Gaby, que abandona su
dormitorio para buscar a Leonardo. Es una secuencia ambigua, pues Gaby parece
sonreír al espejo, una vez decide seducir a su nuevo amante, dejándonos en la
duda de si nos encontramos verdaderamente ante una figura trágica o una mujer
fatal. Desde su habitación, Alma llama a Gaby sin obtener respuesta. La música
de fondo (la misma de la ópera) la hace recordar la escena anterior y por
primera vez Alma advierte que quizás está siendo traicionada por una doble
infidelidad. Es una escena de raíces expresionistas, que debió influir en el
primer Orson Welles (el de “Ciudadano Kane”), y también algo enfática, con uso
de primeros planos distorsionados, emplazamientos de cámara cenitales (la
escalera) y un montaje abrupto que recuerda también al cine negro.
Alma no es tan inofensiva
como parecía postrada en su cama
Gaby busca a
Leonardo en el jardín de la casa
Alma decide bajar por sus
propios medios para atrapar a los amantes furtivos
Alma comienza a llamar a Gaby y Leonardo
con desesperación, sin recibir respuesta, y se dirige en su silla de ruedas por
el pasillo (travellings que sólo encuadran su sombra), hasta que
accidentalmente se precipita por las escaleras con su silla de ruedas. Cuando
Gaby vuelve del jardín y ve lo que ha sucedido, sube a la habitación de Alma,
donde primero apaga y luego rompe la radio en la que suena la música, diciendo
'¡No quiero más ésto!'. Si la música era antes el recordatorio de su amor por
Leonardo, ahora será la metáfora de su remordimiento y una metáfora de su sentimiento
de culpa. Ni siquiera la radio rota impide que la música siga sonando. Y
posteriormente, cuando Gaby esté casada con Leonardo y vuelva a la casa, la
presencia de Alma seguirá estando presente en el mobiliario como el testimonio mudo de su traición. Y la música seguirá sonando en su cabeza, sin que Gaby pueda
silenciar el ahora ominoso sonido de los violines.
La culpa tortura a Gaby. La
casa de Alma nunca podrá ser la suya.
El matrimonio de Leonardo Nanni y Gaby
está condenado antes de empezar; ningún miembro de sus respectivas familias
acude a la boda. Su viaje de bodas será una huida constante hacia ninguna
parte, de un país y una ciudad a otra, sin rumbo fijo, sin fecha de vuelta.
Escapando de un pasado que amenaza con apresarles. Se convierten en fugitivos
de sí mismos que apenas pueden contar con el apoyo de terceros. Si antes
ansiaban estar juntos, ahora su amor se ha convertido en insoportable. Leonardo
abandona sus deberes y actúa negligentemente en el banco, mientras Gaby escapa,
comunicándole su separación por teléfono. Sin familia, sin amigos, sin trabajo,
desprovisto de todos y de todo, lejos de Gaby, Leonardo se hunde en el recuerdo
de ese amor imposible y fatal y se convierte en un paria. Su última escena en el
vestíbulo de un cine de estreno, rodeado de las fotografías y recuerdos de su
adorada Gaby, apurando un último cigarrillo que se apaga lacio en sus labios,
es de un patetismo aterrador. La cámara sigue a Leonardo en uno de esos
travellings circulares, tan queridos por el realizador, enfocándole de frente,
mientras la emoción le consume por dentro y acaban convirtiéndole en la
caricatura del hombre que fue.
El que se acuesta con niñas
acaba mojado
"En el cine estoy rodeada de hombres",
comenta Gaby a su publicista, pero "en la vida siempre estuve sola". La muerte de
Leonardo puede derivar en un escándalo, y durante el funeral, Gaby intenta
volver a estrechar sus lazos de amistad con Roberto, el hijo de aquél. Su
anterior pretendiente. Si sólo hubieran podido continuar aquel baile en la
fiesta, si su madre no les hubiera interrumpido… Demasiados “síes” sin
continuidad, pues Roberto está ahora casado (y con Anna, precisamente). Las pocas esperanzas de
felicidad de Gaby se esfuman para siempre. La que es conocida como la “señora de todos”, por la canción que
la ha hecho famosa en el cine, es incapaz de mantener el amor de nadie. Víctima
de un temperamento pasional y autodestructivo, Gaby decide poner fin a su vida
El tema
principal de la película, cantado por Isa Miranda, fue también muy difundido en
Italia como publicidad del film
La película de Ophuls es una antología
de recursos narrativos y escénicos, con un soberbio uso de la elipsis, el
sonido y el fuera de campo (la despedida por teléfono a Leonardo; la escena en
que se debate el futuro de Gaby mientras da de comer al perro de la familia…). A nivel
de planificación hace gala de “un deslumbrante alarde de ingenio expresivo
con una puesta en escena de un modernidad portentosa en el uso de los
movimientos de cámara (nadie como Ophuls les ha dado tanta altura expresiva) o
las elipsis, o encadenados entre planos dentro de una misma secuencia. Y es
otra afilada reflexión sobre la lacerante escisión entre representación y
realidad, la sublimación de la imagen y las agitadas mareas de los sentimientos.”
(Alexander Zárate, en su artículo de la
película, publicado en el blog “El cine de Solaris”)
"La Signora di Tutti" es una absoluta obra maestra, que se
encuentra sin duda entre las grandes películas de la década de los 30, y entre
las mejores de la filmografía de su director.
Las rotativas se paran con el último
suspiro de Gaby. Su desdichada vida ha llegado a su fin. Y la película con
ella.
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