SU HOMBRE (1930)
Tay Garnett
“Her Man”. Una producción de E.B. Derr para la Pathé Productions. Dirigida por Tay Garnett. Argumento: Tay Garnett y Howard Higgin. Guion: Thomas (Tom) Buckingham. Fotografía: Edward Snyder. Montaje: Doane Harrison y Joseph Kane. Dirección artística: Carrol Clark. Vestuario: Gwen Wakeling. Música: Josiah Zuro. Intérpretes: Helen Tweltreeves, Philip Holmes, Ricardo Cortez, Marjorie Rambeau, Thelma Todd, James Gleason, Harry Sweet, Franklin Pangborn, Stanley Fields, Slim Summerville.
B/N. 72 ms.
Un iconoclasta melodrama coral de tintes sociales y escenas en tono documental, salpicado de escenas cómicas heredadas del cine mudo y un frenético climax de acción, realizado 40 años antes de M.A.S.H.
Dentro de la terna de grandes directores americanos de acción del cine clásico norteamericano, Tay Garnett ocupa un tercer escalón, por debajo de Michael Curtiz o Raoul Walsh, e incluso de un Henry Hathaway o un Allan Dwan. En palabras de Tavernier y Coursodon ("en su obra "50 años de cine americano"): “Garnett forma parte de esos realizadores que consiguen, más que una obra, algunos films logrados. Directores demasiado respetuosos con los gustos del público como para intentar trascender un guión mediocre. Como se dice en el mundo del jazz, ruedan de forma correcta, sin intentar nunca dar una visión personal, sin hacer chapuzas tampoco, respetando siempre el género y dando lo que se espera de ellos. Lo que hace su fuerza, pero también su debilidad”. Una opinión que parece fundarse en la calidad de algunos de los títulos más conocidos de este director (su versión de “El Cartero siempre llama dos veces”, la conocida película de aventuras “Mares de China”, la bélica “Bataan”, o la sátira del universo de Joseph von Stenberg “De Isla en Isla”…), que parecen justificar la fama de Garnett como un artesano tosco, sin especial talento.
Ya desde los títulos de crédito iniciales, la película muestra una sorprendente originalidad
Sin embargo, la visión de algunos de sus primeros trabajos (como “Viaje de Ida”, un popular melodrama de 1932, considerado unánimemente su obra maestra), sugieren que Garnett era un director mucho más interesante de lo que sus películas más conocidas sugieren. En concreto, cabe destacar “Su hombre” (1930), “Los Aristócratas del Crimen” y “Prestige” (1932); obras de un ritmo frenético, que alternan largas tomas secuencias con grúa o travelling junto a tomas panorámicas y zooms. La visión de estas películas sugiere que, al igual que William Wellman, Tay Garnett estaba decidido a no dejarse avasallar por la tiranía del micrófono; al punto que, cuantas mayores eran las dificultades del rodaje, más desencadenados eran los movimientos de cámara. A estos rasgos de estilo cabe añadir la afición de Garnett por incluir gags y escenas cómicas en sus películas (herencia del tiempo en que trabajaba como guionista para Mack Sennet y Hal Roach), al margen de que encajaran o no en el desarrollo de la trama. Esto repercute a menudo en el tono de sus películas, que no parecen decidirse por las convenciones de un género concreto, desconcertando al espectador. Pero cuando el montaje final funciona, el espectador se ve sorprendido y excitado por la libertad creativa y la originalidad de la propuesta.
Johnnie se desembaraza del dueño de un garito rival en los primeros minutos de la película.
Tras cada sonrisa forzada, se esconde una amenaza. Y una vez Johnnie está decidido, la muerte ronda cerca del pobre desgraciado que ha tenido la mala suerte de contrariarle
“Su Hombre” está vagamente inspirada en la canción tradicional Frankie y Johnnie; de hecho, su título hace referencia directa al estribillo de la canción: “He was her man, but he done her wrong” (“él era su hombre, pero la trataba mal”). Ricardo Cortez, un galán de comienzos del sonoro mejor conocido como el protagonista del film “Symphony of Six Millions” de Gregory La Cava, interpreta a Johnnie, propietario de un tugurio de mala muerte (el “Thalia”) y chulo de una de las prostitutas más solicitadas del puerto, Frankie, a la que mantiene atada en corto: “¿Qué eras cuando te recogí de la calle?”, le recrimina tras una de sus escapadas, mientras la melodía de la canción “Frankie y Johnnie” suena al fondo como contrapunto dramático.
“Mantente pegada a mí y algún día llevarás joyas y medias de seda. Sólo confía en mi, nena”.
Frankie es interpretada por Helen Twelvetrees, otra estrella menor de las primeras películas sonoras que participó en “The Cat Creeps”, segunda adaptación de “El Gato y el Canario” y primera producción del ciclo de películas de terror de la Universal en la década de los 30; y en la muy popular “Milie”, que ganó uno de los primeros oscars al mejor guion). Esta actriz gozó de una fama y carrera efímeras y acabó tristemente suicidándose antes de cumplir la cincuentena. En “Su Hombre”, en el culmen de su belleza, con apenas 21 años y sus ojos como triángulos invertidos que parecen siempre a punto de rebosar de lágrimas, la Twelvetrees parece condenada, en sus propias palabras, a “representar a perpetuidad la imagen de la típica buscona con buen corazón, siempre presta a sollozar sobre la barra de un bar, mientras el director me dice: Ahora, Helen, tienes que reaccionar con dulzura cuando escuches esa línea de diálogo tan subida de tono. Recuerda que tu personaje no tiene la menor idea de lo que puede querer significar.
La protagonista, Helen Twelvetrees, en una foto de estudio, con su pose habitual de sufridora.
El tercer vértice del triángulo lo constituye el joven marinero Dan Keefe que ofrece a Frankie una promesa de felicidad. El papel lo interpreta Phillips Holmes, que participó en varias películas de prestigio a lo largo de la década (“Una Tragedia Americana” de Sternberg, “Remordimiento” de Lubistch o “El Código Criminal” de H. Hawsk), representando a blandos galanes marcados por la tragedia. Pero en esta ocasión, sin dejar de lado la inocencia y vulnerabilidad que suelen caracterizar sus personajes, se aleja de esa imagen “blanda” para representar a un prototípico “macho”; tosco y rápido de pensamiento y de puños.
Los tres marineros: Dan y sus amigos , en plena exaltación de la amistad etílica.
Una vez Dan entra en el Thalia, apenas le bastan una sonrisa franca y una canción para atraer a Frankie, que parece mostrarse genuinamente conmovida. Una breve presentación y algunas palabras amables consiguen atraer a Frankie, que sin embargo intenta engañar a Dan con manidas frases autocompasivas, salidas un guion minuciosamente aprendido para atraer a los parroquianos y estafarles. Pero Dan, que puede ser un ingenuo pero en absoluto un tonto, pronto atrapa a Frankie con las manos en la masa, robándole la cartera. El marinero le recrimina decepcionado: “Siento que hicieras eso”; como si verdaderamente sintiera el engaño. Y Frankie, pillada en su mentira, reacciona avegonzada; sonrojándose. Por primera vez vemos a Frankie no tanto como una fulana sino como una niña pillada en plena travesura. “¿Qué piensas hacer ahora?”, le pregunta, a sabiendas de la respuesta del marinero: “Nada”; una palabra con la que Dan parece poner abruptamente fin a su apenas iniciado romance. Una oportunidad perdida para Frankie, que por fin ha conocido una persona en la que puede plenamente confiar. Arrepentida, Frankie impide que Dan beba una ginebra “adulterada”, especialemente dirigida a dejarle inconsciente (y sin dinero). El marinero reconoce el gesto: “Gracias, amiga”, dice con un ligero asentimiento con el que reconoce la atención de la fulanita. Y con una sonrisa franca y desarmante, decide darle una nueva oportunidad a su romance de taberna.
Este joven marinero no sabe cómo portarse con una dama en la intimidad, pero nunca le faltará el respeto: “Si lo único que te preocupa es tu pasado, déjalo estar. Lo peor que has podido hacer es salir adelante de la única forma que sabías.”
Junto a los protagonistas principales, la película incluye un largo número de conocidos actores secundarios interpretando a hampones, borrachos, matones, prostitutas, ladrones y asesinos. Stanley Fields como el barman, Franklin Pangborn como un sorprendente matón con bombín (en lugar de su típico personaje afeminado, que repetiría en tantas películas), Slim Summerville interpretando a otro borracho… Y algunos viejos secundarios del cine cómico mudo interpretando a la típica escoria tabernaria que uno espera encontrar en un local de mala reputación. Entre ellos destacan James Gleason y Harry Sweet como amigos del protagonista; sus escenas conjuntas sirven de interludio cómico a la trama, dotándola de una inusual ligereza, que evita que la película incurra en un forzado sentimentalismo. Tal y como anteriormente indicamos, a Garnett “Le entusiasma integrar momentos de humor en historias sentimentales o relatos de aventuras como la célebre China Seas y logra maravillosamente introducir toda una serie de gags en cadena, que, como en la películas de Laurel y Hardy, se repiten con variaciones a todo lo largo de la historia con consecuencias cada vez más importantes: un sombrero, por ejemplo, es causa de esa fantástica pelea de Her Man” (Bertran Tavernier, “50 años de cine americano”).
Un divertido momento de transición: Slim Summerville intentando chafar el bombín de 20 dólares.
Entre todos los secundarios, cabe destacar especialmente a Marjorie Rambeau, que interpreta a Annie, una prostituta ajada que no sólo introduce la acción, sino que tiene un papel relevante en el devenir de la trama. Annie es no sólo el corazón del film, sino también y lo que es más importante, el personaje pivote en virtud del cual se desarrolla la película. Es ella el único personaje presente en el bar en todas las escenas de interior de la película, incluyendo el prólogo y el clímax final; y la única testigo del asesinato de Red a manos de Johnnie. De hecho, Annie conoce los sucesos acontecidos al resto de la fauna del Thalia a través de los comentarios de Ed el barman, su confidente habitual y posible amante a tiempo parcial. Pronto se advierte que Annie es una visión adulta y desencantada de Frankie, e identificamos su eventual redención con que Frankie pueda conseguir escapar de la isla, de la que Annie no ha podido fugarse, y que así pueda encontrar una segunda oportunidad en manos del joven marinero…
La policía fronteriza impide el trasbordo de Annie: “El único sitio al que vas a ir, cariño, es de vuelta al lugar del que procedes… el lado equivocado de la isla”
…En el otro lado de la isla, en cambio, Frankie conoce unos breves instantes de felicidad, cuando acompaña a Dan a dar un paseo por la playa.
Esta identificación entre los personajes de la vieja y la joven prostituta se hace patente durante una de las conversaciones entre Al y Annie. Al considera que la pequeña Frankie es “una curranta de las buenas”, y la identifica como “la más hábil damita de la profesión”. “Créeme”, le responde Annie, “cuando Frankie lleve tanto tiempo trabajando en este negocio como yo, no seguirá siendo por mucho tiempo una dama”. La amabilidad y compasión de Frankie no pasa inadvertida para Annie, que se convierte en una figura maternal para su pupila. Durante la segunda mitad del film, vemos cómo se preocupa por ella y a su modo intenta ayudarla. Pero la afición de Annie por la bebida amenaza con frustrar sus buenas intenciones cuando el personaje de Thelma Todd, una fulana morena a la que hemos visto coquetear con Johnnie, le ofrece “un trago gratis” que acaba por distraer su atención, impidiendo que vigile a Johnnie y evitar que se tome la justicia por su cuenta.
Alternar con todas sus fulanas es lo que se espera de un buen proxeneta: Johnnie se sirve de Thelma Todd para controlar a Frankie, su favorita.
En el último acto de la película, Johnnie, claramente celoso (es evidente que, a su manera, ama a Frankie), comprende tardíamente que Dan Keefe es un rival a tener en cuenta y del que hay que librarse cuanto antes si quiere mantener a Frankie a su lado. Consecuentemente, al igual que en el prólogo del film, Johnnie aprovecha una multitudinaria pelea en el bar para ocultarse en la masa y apuñalar al marinero. Una escena llena de movimiento, en la que las sillas vuelan por los aires, los puñetazos parecen de verdad, y las mesas son utilizadas a modo de escudo y como arma de defensa.
La encerrona: una multitudinaria pelea -“la más extraordinaria vista en una pantalla de cine”-, que el propio director intentaría imitar posteriormente en “De Isla en Isla” (1940, Seven Sinners))
Esta pelea, justamente famosa, provoca una extraña sensación de euforia en el espectador que no parece corresponderse con la trama melodramática del film. Pero su desarrollo está integrado en la trama de una forma natural, hasta el punto que las variaciones de tono, lejos de desconcertar al espectador, introducen un cierto suspense en el devenir de la narración: el espectador no puede predecir en modo alguno cuál va a ser el giro dramático de los acontecimientos, si la película tendrá un final romántico, o un giro anticlimático de carácter naturalista, si las últimas escenas se decidirán por el tono documental que ocasionalmente salpica a la narración, o si nos encontraremos ante un último giro trágico propio del melodrama más lacrimógeno.
Si Dan no vigila su espalda, corre el peligro de perder algo más que la camisa.
La producción de la película encontró algunos obstáculos: se requieron numerosas reescrituras del guión para contentar al Comité de Relaciones del Estudio (pese a que su control era mucho más relajado en 1929-30 de lo que sería apenas cuatro años después, con el Código Hays); hubo que enfrentarse también a algunas salas de exhibición, que también pretendían imponer diversos cortes; y finalmente a otros gobiernos de países extranjeros (como Canadá que vetó su exhibición), reacios ante la temática del film. (La acción que transcurre en La Habana se trasladó en algunas copias… ¡a París! a fin de no molestar al gobierno cubano; una decisión extraña, pues en la proyección se escuchan varias canciones en español, y una escena clave tiene lugar en la playa… siendo evidente que la costa atlántica no puede confundirse con el Sena).
Cartel francés del film: en algunas copìas, y pese a escucharse de fondo canciones en español, la acción se trasladaba de La Habana a… ¡París!
La crítica acogió muy favorablemente el film, con la sola excepción del New York Times, que acusó a Twelvetrees de sobreactuar y a la película de no tener demasiada coherencia, pero el resto de la prensa se rindió a la fluidez de las imágenes, su sorprendente originalidad de tono y situaciones, y la acción incesante y continua en su desarrollo.
“Her Man” es una de las mejores y más desconocidas producciones de la era pre-código. Pese a ser un gran éxito comercial en su estreno (más de 800.000 dólares de beneficio), el advenimiento del código Hays la relegó a los archivos de los estudios, desapareciendo de las salas de exhibición. Al ser una producción de la compañía Pathé, problemas de derechos impidieron su difusión en las pantallas de televisión. Condenada a ser carne de filmoteca, en copias infames con un sonido defectuoso, se salvó del olvido gracias a cinéfilos como Guillermo Cabrera Infante o Martin Sorsese, que le dedicó un elogioso comentario en su documental “A Personal Journey through the Story of American Cinema”, alabando sus complejos y larguísimos plano secuencia, cuya ejecución, aún hoy en día, no puede menos que producir una rara sensación de asombro, y la poderosa puesta en escena de la pelea final.
Al final, puede que nuestros protagonistas alcancen un merecido final feliz
…¿o no?