EL DOCTOR FRANKENSTEIN (1931)
James Whale
James Whale
“Frankenstein” una producción de Carl Laemmle Jr y Charles D. Hall para Universal Pictures 1931. Director: James Whale. Guión: Francis Edward Faragogh, Garrett Ford y John L. Balderston, sobre la obra de teatro de Peggy Webling, adaptada de la novela de Mary W. Shelley. Director de fotografía: Arthur Edeson. Efectos Especiales: John P. Fulton, Frank Grove, Raymond Lindsay y Kenneth Strickfaden. Maquillaje : Jack Pierce. Dirección artística: Charles D. Hall. Intérpretes: Colin Clive, Boris Karloff, Mae Clarke, Edward Van Sloan, Dwight Frye, Frederick Kerr, John Boles. Dur.: 70 ms. B y N.
<¿Cómo están ustedes? Tito Alberto, como redactor del blog, considera que sería injusto iniciar esta entrada sin realizar antes unas palabras de advertencia. (…) Vamos a presentarles la película “El doctor Frankenstein” (o Frankenstein, a secas, como suele conocérsela). La historia de un científico que se propuso crear un hombre a su imagen y semejanza sin contar con Dios. Es una de las novelas más versionadas de la historia, gracias a que no estaba protegida por derechos de autor, dando lugar a obras de teatro, comics, series y programas de televisión, y numerosas películas. Esta versión de James Whale sigue siendo junto a su secuela, “La Novia de Frankenstein”, la mejor adaptación al medio. Y una de las pocas películas que consiguen combinar los dos grandes milagros de la industria cinematográfica: conseguir un producto artísticamente relevante y ganar una fortuna con él.
Creo que la entrada del blog les interesará. Quizás incluso les sorprenda. Y puede que les horrorice, qué demonios. A fin de cuentas, la película es conocida por todos, y existen mil libros y artículos que repiten los datos abajo expuestos con mayor profusión de detalles y mejor estilo. Es por ello que Tito Alberto ha preferido que las imágenes de la película tengan preferencia y hablen por él. Pues no existe mejor escuela que la que deriva de la propia experiencia.
Y si no les gusta la entrada, y si creen que van a encontrarse demasiados SPOILERS… No digan que no se lo hemos advertido>.
1. ORIGEN DEL PROYECTO
Cartel promocional del “Frankenstein” de Robert Florey con Bela Lugosi.
Se considera 1931 como el año inaugural del ciclo de películas de terror de la Universal que se extendió hasta entrada la década de los cuarenta. Evidentemente no es así. La propia Universal había realizado numerosos títulos mudos pertenecientes al subgénero a finales de la pasada década (las tres películas de Paul Leni: “El Legado Tenebroso”, “El hombre que ríe” y “El Teatro Siniestro”) y apenas un año antes había producido una nueva versión de “El legado Tenebroso” que se llamó “The Cat Creeps”. Por su parte, la MGM había intentado relanzar un año atrás el ciclo de películas de horror que Lon Chaney había interpretado a las órdenes de Tod Browning, con una nueva y frustrada versión de “El Trío Fantástico” que no respondió conforme se esperaba. Toda esta situación dio un vuelco gracias al éxito de “Drácula”. Los excepcionales resultados en taquilla hacían prever que “Frankenstein” podía tener también grandes posibilidades económicas. Richard L. Sayer, jefe del departamento de guiones, solicitó de su amigo, el director Robert Florey, una memoria de cinco páginas sobre la historia. El proyecto fue aprobado por Carl Laemle Jr., que firmó el contrato para la redacción del guión, que Florey redactó junto a Garret Fort, el guionista de Drácula, en tan sólo cuatro semanas. A modo de prueba, se rodaron dos bobinas (cerca de 20 minutos) en los escenarios de “Drácula” y con parte de la plantilla: Edward Van Sloane, Dwight Frye y Bela Lugosi como la criatura. El aspecto de Lugosi era muy diferente al que finalmente inmortalizó Boris Karloff: “Tenía una cabeza cuatro veces mayor de lo normal, con una gran peluca encima. En cuanto a la tez, era brillante y muy pálida”, diría el maquillador Jack Pierce. El monstruo de Lugosi pretendía aproximarse físicamente al descrito por Mary W. Shelley en su novela, desastrado y peludo, pero con una apariencia humana.
Un fotograma de “Frankenstein meets the Wolf Man” (1943), único título en que Bela Lugosi pudo interpretar a la criatura. Su actuación torpe y sin matices (se pasa media película tambaleándose entre gruñidos y aspavientos) es un motivo más para congratularse de que el proyecto de Robert Florey no viera finalmente la luz.
Carl Laemle Jr contempló la escena rodada por Florey en la sala de proyecciones privada de la compañía. Pareció gustarle, pero comentó que “el guión no era muy bueno” y dejó la película en suspenso. “¿Cómo podía saber o recordar la calidad de mi guión, si no pudo encontrar ni tres minutos libres para oír un resumen de la adaptación?”, se quejaba amargamente Florey. Carl Laemle Jr tenía fama de veleidoso, de cambiar caprichosamente de opinión sin fundamento. Pero en esta ocasión, acertó de pleno. Decidió que James Whale, que acababa de dirigir con éxito “Journey’s End” (1931) y “El Puente de Waterloo” se encargara de la realización del film. “Simplemente me pareció que James Whale podría hacerlo mejor”, explicó lacónicamente. Los abogados comprobaron que el contrato con Florey no especificaba cuál era la película de la que habría de hacerse cargo, y fue relegado junto a Bela Lugosi a otro proyecto (“Los Crímenes de la calle Morgue”, 1931). El departamento de publicidad anunció diplomáticamente que el actor había rechazado interpretar un personaje que no hablaba. Pero fue Whale quien descartó al actor para la película tras ver la prueba rodada; Lugosi no era de su agrado.
Una foto de Whale durante la preproducción, junto a un maniquí del monstruo.
2. LA PRODUCCIÓN DE “FRANKENSTEIN”.
Aunque la novela de Mary W. Shelley era de dominio público, la Universal decidió basar la producción en una obra de teatro de Peggy Webling que a su vez había sido adaptada para los escenarios americanos por John L. Balderston; un autor teatral que ya había conocido dos grandes éxitos con sus adaptaciones de Berkeley Square y Drácula (escrita junto a Hamilton Deane). Se consideró que el nombre de Balderston daría prestigio a la película, por lo que se pagó 20.000 dólares a ambos autores, así como un 1% de los ingresos brutos de la película. El guión se encargaría a Francis Edward Faragogh, que adaptó libremente la obra de teatro, manteniendo apenas tres secuencias: la primera, la creación de la criatura, a la que asistirían como espectadores los personajes interpretados por John Boles (el amigo del doctor Frankenstein, llamado ahora Victor), Mae Clarke (su prometida, también pretendida por Boles) y Edward van Sloane (su mentor); la segunda, el encuentro del monstruo con una niña de la aldea; y la tercera, la aparición de la criatura durante la noche de bodas del doctor. Otros elementos de la obra se incorporaron a la película: el monstruo era bastante más simpático y digno de compasión que en el original de Shelley (algo que Whale consideraba de importancia vital para que la historia funcionase) y el nombre de Victor Frankenstein se intercambió con el de su amigo Henry (por considerarse un nombre menos germánico y marcial).
Parte del staff técnico y artístico ya había colaborado previamente con Whale en “El puente de Waterloo”. El director procuraba volver a utilizar a las personas con las que se encontraba a gusto; en consecuencia, los rodajes eran cómodos y distendidos. Repitieron Arthur Edeson como operador, Joe Mc Donough como ayudante de dirección y Clarence Kolster en labores de edición y montaje. La aportación más relevante fue la de Charles D. Hall como director artístico. Whale era muy admirador al parecer de las películas expresionistas alemanas, y concretamente de “El Gabinete del Dr. Caligari” y “Metrópolis”, y Charles D. Hall ya había trabajado con Paul Leni, el genio alemán, para los cuatro títulos que rodara en la Universal. En concreto, “El Legado Tenebroso” sirvió de inspiración para la creación de los escenarios de “Frankenstein” y se reciclaron algunos decorados (las mazmorras y el laboratorio). Se prepararon escenarios distorsionados, con perspectivas imposibles y falsas sombras pintadas sobre los decorados: la celda donde encadenan al monstruo es un tubo estrecho, rodeado por una escalera de caracol que asciende abruptamente hasta el techo en ángulos imposibles; y el laboratorio, una serie de círculos concéntricos que se eleva hasta tres plantas, plagado con una maquinaria absurda; la fantasía de un científico loco.
Una toma cenital del decorado del laboratorio.
Entre los intérpretes, Edward van Sloane y Dwight Frye, tras su participación en “Drácula”, parecían valores seguros y habían sido contratados de antemano. Para completar el staff, Whale se decidió por dos viejos conocidos: Mae Clarke y Frederick Kerr, interpretando a la prometida y al padre de Henry Frankenstein; este último, la interpretación más abiertamente jovial y naturalista del film, en contraste con el resto del elenco. John Boles era un galán a sueldo de la productora, y se le encargó el papel de Victor, quizás el menos agradecido del reparto. Para el papel principal, se contrató a Colin Clive, que había trabajado previamente con el director en “Journey´s End” (1931). Clive era un actor teatral, difícil, inseguro y con fama de alcohólico, pero en opinión de Whale era perfecto para el papel, pues “tenía la tenacidad necesaria para seguir adelante con cualquier cosa, junto con ese elemento de romanticismo que empuja a determinados hombres fuertes a dejar la civilización para dedicarse a la caza mayor. Existe además en Clive una sensatez que le permite conservar el pleno control de sí mismo incluso en los momentos más desmelenados de la película”.
Como era habitual en las películas de James Whale, el rodaje se interrumpía a las cinco de la tarde para tomar el té.
El papel del monstruo carecía de intérprete. Se barajaron varios candidatos, pero Whale no estaba convencido. El plan de rodaje fue retrasado en tanto se encontraba al actor apropiado. En los títulos de crédito del film, el actor que interpretaba a la criatura era representado con un signo de interrogación. Whale estaba desesperado…
“Yo había visto a Boris Karloff en The Criminal Code (Howard Hawks, 1931) y no tengo palabras para contar lo bien que me pareció. La cara..., la forma de moverse..., todo lo que hacía me impresionó mucho. Tenía fuerza y sin duda se necesitaba un monstruo poderoso. ¿Has pensado en Boris Karloff?, le pregunté (a Whale)” (David Lewis)
Karloff trabajaba entonces para la Universal, rodando una mediocre película de gangsters (“Graft”, 1931). Whale fue a verle al comedor del estudio durante el almuerzo y le pidió que hiciera una prueba. “Para qué”, quiso saber Karloff. Whale le contestó: “¡Para un monstruo de todos los demonios!”
El rostro demacrado de Boris Karloff fascinó al director."Dibujé su cabeza y añadí marcadas prominencias huesudas en los sitios donde suponía que podían haberse soldado las distintas partes del cráneo" (James Whale).
"Uno tras otro, en aquel pobre cráneo se habían ensayado distintos cerebros, insertándolos y retirándolos después. Esa es la razón de que reforzáramos la frente para dar impresión de cirugía demoníaca. Luego descubrimos que los ojos brillaban demasiado, parecían entender demasiado bien, y era esencial el desconcierto de la torpeza mental, de manera que me puse cera en los ojos para lograr una sensación de pesadez, de que el monstruo veía sólo a medias. También aumenté de estatura con grandes suelas en los zapatos. Mostramos igualmente dónde había sido necesario un cambio al fallar probablemente la primera mano injertada" (Boris Karloff)
"Jack Pierce era un genio que disfrutaba con la elaboración de la película antes de que comenzara el rodaje como tal. Recuerdo que trabajaba con la foto fija, haciendo fotos de cada fase del proceso mientras aplicaba el maquillaje. Añadía una cosa aquí, quitaba otra allí, y luego le pedía su opinión a Whale. Se suavizó el color de la masilla blanca utilizada para la cara hasta conseguir un gris cadavérico. Luego se tuvo la repentina inspiración de dar al rostro una tonalidad verdosa."
Jack Pierce acompaña a Karloff al set de rodaje. El maquillaje permanece húmedo y se protege con una toalla hasta secarse del todo.
El maquillaje requería al menos cuatro horas de trabajo. Karloff debía presentarse en los estudios a las cinco de la madrugada. Comía sólo en su camerino, pues tenía que sacarse algunos rellenos para poder masticar. El peso de los zapatos le obligaba a andar de un modo exageradamente rígido. Sólo permanecía doce horas en el set, ya que la caracterización le resultaba muy incómoda. Al final del rodaje, tenía que quitarse todo el maquillaje: ¡otras dos horas! Además, había que darle un masaje para prevenir posibles lesiones.
El diseño del rostro del monstruo fue realizado por James Whale, y el maquillaje y caracterización final corresponden al maquillador Jack Pierce. La imagen está protegida por derechos de autor a favor de los estudios Universal hasta el año 2026.
3. LA PELÍCULA.
“Si el público no cree que la criatura ha sido realmente fabricada, no les importará nada lo que haga después. Para conseguirlo empecé por mostrar a Frankenstein recogiendo los materiales uno a uno” (James whale)
“La película comienza con un directo a la mandíbula. Se está celebrando un funeral en un páramo de lo más siniestro, y vemos al científico y al grotesco enano que tiene por ayudante acechando en la linde del cementerio para robar el cuerpo que va a ser enterrado. La secuencia llega a su punto culminante con el enterrador arrojando paletadas de tierra sobre el ataúd recién colocado.” (Crítica del Variety)
“Frankenstein corta la cuerda de su segundo muerto, todavía en la horca, y todos los detalles se nos presentan con el mayor realismo.” (Crítica del Variety.)
Poco después, Fritz, el ayudante del Dr. Frankenstein, roba un cerebro humano del laboratorio del Dr. Waldman, en la universidad. Por descuido, deja caer el frasco al suelo y decide robar un segundo cerebro:
El profesor Waldman enseña “Frenología” en la universidad. Una pseudo ciencia que pretendía distinguir la capacidad del cerebro humano atendiendo a la forma y las características del cráneo. De ahí su peculiar colección.
En este punto, la película sigue fielmente el espíritu de la novela. Mary W. Shelley se basó en diversos estudios sobre el galvanismo (de ahí el peculiar pararrayos y parafernalia eléctrica en el laboratorio del Dr. Frankenstein). Según recuerda mary Godwin, en sus conversaciones con Byron y Polidori, Mary W. Shelley “ habló de los experimentos del Dr. Erasmus Darwin, que conservó un fideo en un fanal hasta que por un procedimiento extraordinario aquel trozo de pasta empezó a moverse con movimientos voluntarios. Aunque quizás, después de todo, no se pudiera dar así la vida. Tal vez se pudiera reanimar un cadáver; el galvanismo ofrecía indicios de algo semejante; quizás pudieran fabricarse los componentes de un ser, unirlos y luego insuflarles aliento vital.”
Una vista exterior del laboratorio del Doctor.
“Gracias a su conversación con el Dr. Waldman (Frankenstein) demuestra al público que sí sabe algo sobre ciencia, y en especial sobre rayos ultravioletas, con los que espera producir el milagro. También explica con mucho detenimiento su plan de acción. Para entonces los espectadores tienen que creer al menos que va a suceder algo; quizás sea un desastre, pero por lo menos se arrellanarán en las butacas para verlo.” (James Whale)
"Una lúgubre noche de noviembre vi coronados mis esfuerzos. Con una ansiedad casi rayana en la agonía, reuní a mi alrededor los instrumentos capaces de infundir la chispa vital al ser inerte que yacía ante mí.” (Frankenstein, Mary Shelley)
"(Frankenstein) dá las órdenes finales a Fritz, gira los mandos y hace que la máquina diabólica se remonte hacia lo alto, hacia el tejado, en medio de la tormenta. (...) el doctor se halla en un estado de febril excitación calculado para arrastrar consigo tanto a los espectadores (...). La luz cegadora del relámpago." (James Whale)
“Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeteaba triste contra los cristales y la vela estaba a punto de consumirse cuando, al parpadeo de la llama medio extinguida, ví abrirse los ojos amarillentos de la criatura; respiró con dificultad, y un movimiento convulso agitó sus miembros."(Frankenstein, Mary Shelley)
Los ruidos y fogonazos del equipo eléctrico, ideado por Keneth Strickfaden, son la música a la que se añaden las desbordantes manifestaciones de euforia por parte de Colin Clive. "Está vivo", comienza con voz reposada. Hasta que preso de un entusiasmo infantil, repite a gritos:
"¡Está vivo!... ¡Está vivo!... ¡¡¡ESTÁ VIVO!!!!"
El creador contempla a su criatura: "Su piel amarillenta apenas cubría la obra de músculos y arterias que quedaban debajo; (…) ojos aguanosos que parecían casi del mismo color blancuzco que las cuencas que los alojaban, una piel apergaminada y unos labios estirados y negros."(Frankenstein, Mary Shelley).
Henry presenta al monstruo al Dr. Walkman. La planificación de James Whale ha sido imitada hasta la saciedad: tres tomas seguidas por corte directo, con planos cada vez más cercanos de Karloff, una vez éste gira y se enfrenta por primera vez a la cámara.
A continuación, Henry se dirige a la criatura, hablándole lentamente como si fuera un niño, y lo lleva hasta una silla.
“Boris y él (James Whale) se entendieron a la perfección (…). Recuerdo que todos los gestos del monstruo eran de Whale; yo le vi hacerlos. Cuando le dijo por primera vez <Siéntate>, Whale se lo explicó todo: El monstruo no sabe lo que quiere decir siéntate pero lo entiende por la dirección en que Henry mueve las manos; ese gesto que quiere decir atrás. Usted se mueve. ¿Qué estoy haciendo? Las manos. ¿Adónde voy? Tropieza con la silla y se sienta.” (Mae Clarke.)
Una maravillosa escena: Karloff se ve súbitamente sorprendido por un rayo de sol que cae sobre él. La criatura se levanta y hace ademán de querer atraparlo con las manos. Su mente primitiva se regocija con este milagro asombroso de la naturaleza. “¿Qué es esto?”, parece querer decir.
…Pero cuando la trampilla se cierra ocultando el paso de la luz, a la decepción le sigue una mueca de rabia, seguida de un gruñido apenas audible; la pataleta de un niño desprovisto de uno de sus juguetes. Un presagio funesto de los acontecimientos que sucederán a continuación. La inocencia de la criatura no la exime de responsabilidad. Incapaz de controlar su fuerza, con un cerebro a medio formar, resulta muy pronto evidente que aunque carezca de culpa, supone un peligro para todos aquellos que le rodean. Una posterior escena en el lago confirma esta primera impresión.
La escena del lago. Para James Whale era fundamental que el público pudiera compadecerse del personaje de la criatura e identificarse con él
“Fíjense cómo el sr. Whale dirigió la escena. A la pequeña Marilyn Harris le dijo: “Ahí está el señor Karloff que se ha puesto un disfraz y quiere ser amigo tuyo. Tú levantas la vista y le dices <Me llamo María>.” (Mae Clarke.)
Mucho de las cartas que Karloff recibió al cabo de los años procedían de niños que manifestaban su compasión por la criatura. Durante buena parte del metraje, el monstruo transmite una maravillosa sensación de inocencia, como si fuera una versión aún más ruda y primitiva de Lenny, el gigante retrasado de “De Ratones y Hombres” (la obra de teatro que John Steinbeck escribió en 1937, trascurridos seis años desde el estreno de la película); un bruto con la mente y el corazón de un niño. La sonrisa abobada de Karloff jugando con la niña es memorable.
“¿Quiere que le dé una de mis flores?” añade la niña mientras los dos se sientan a la orilla del lago. Torpemente, el monstruo acepta unas margaritas y la niña le muestran cómo flotan sobre el agua. “Sé hacer un barco” dice María.
La criatura cree que el juego es muy divertido, pero pronto las flores se acaban. ¿Por qué interrumpir el juego?...
“El primer plano de Karloff cuando la niña se hunde es uno de los momentos más conmovedores del cine. La manera de dirigir de Whale y la forma en que Karloff reaccionó fueron arte en estado puro. Un momento inolvidable. El monstruo se inclina y escarba en el agua. ¿Dónde está su amiga? Luego azota la superficie igual que un niño, como para decir: “agua mala”. Acto seguido se pone de pie despacio, desconcertado, sin entender lo que ha pasado. Después de las primeras sonrisas, de la alegría del juego y de la presencia de una amiga, llega demasiado pronto la experiencia del desengaño y de la pérdida de un ser querido.” (Mae Clarke)
En el contexto de la película, la ciencia es todavía vista como una peligrosa filosofía por el ciudadano medio. Ir más allá de los límites del conocimiento se percibe como un desafío a la divinidad, y el científico, como un iconoclasta, que se entremete en ámbitos concernientes a la religión y que al quebrantar la ley divina puede provocar un desastre, “como quien enciende un fuego y luego corre cobardemente del incendio que ha provocado” (Alexei y Cory Panshin, comentando la novela de Mary W. Shelley). De ahí que el Doctor Waldman advierta a Frankenstein con tonos proféticos: “Tu salud se verá arruinada si persistes en esta locura. Has creado un monstruo y este acabará destruyéndote”.
Encerrado con grilletes en el calabozo, el monstruo está desconcertado, pero no tiene motivos para mostrarse violento hasta que a Fritz, el ayudante jorobado del Dr. Frankenstein, se le ocurre molestarle con una antorcha. La reacción asustada de la criatura estimula la crueldad de Fritz, regocijado con la idea de controlar a alguien completamente dependiente de él, como quien se divierte torturando a un animal indefenso.
“La crueldad de Fritz general crueldad en el monstruo” explica Whale. La criatura es rechazada por su propio creador, quien decida diseccionarla en la mesa de autopsias. Pero la cantidad de cloroformo empleada es insuficiente para dormir al gigante, que despierta de su letargo y se defiende matando al Dr. Waldman en defensa propia.
Atormentado por el miedo que genera, el odio y la violencia que ha recibido de sus captores, y despechado por su propio creador, la criatura conoce de primera mano lo que es el odio y decide que el propio doctor Frankenstein comparta su sufrimiento: “Tuve buenos sentimientos, y me los pagaron con odio y con desprecio. ¡Hombre, tú puedes odiarme, pero cuídate! Tu vida pasará en medio del dolor y del pánico; pronto tu corazón recibirá el golpe que te privará para siempre de la felicidad. (…) recuerda que estaré contigo en tu noche de bodas.” (Frankenstein, Mary W. Shelley)
“Esta es una escena que podría haber salido mal fácilmente. Estoy en mi cuarto, vestida de novia, y Henry y yo hablamos de nuestros planes futuros y del monstruo. De repente le oímos, pero Henry no está seguro de donde se encuentra. Primero se le oye arriba. Luego en el sótano. Henry no consigue pensar con calma. Sólo se le ocurre encerrarme para que esté segura. ¿Acaso no sabe que puede entrar por la ventana?” (Mae Clarke)
Los gritos de su prometida atraen a Henry Frankenstein; pero la criatura (ahora ya definitivamente un monstruo) ha huido. Para entonces, los lugareños encuentran el cadáver de la niña, ahogada en el lago. Se forman grupos, con espadañas a modo de antorchas, para buscar al responsable del crimen. El doctor se une a la batida. El es quien ha creado al monstruo y quien se siente más legitimado para destruirle. Durante la persecución, Henry se aleja de la turba. El monstruo, que ha permanecido vigilante, se acerca y se enfrenta a su creador. El doctor Frankenstein reacciona rabioso:
"Monstruo odiado ¡Infame asesino! Los tormentos del infierno serán un castigo demasiado benévolo para tus crímenes. ¡Demonio inmundo! ¿Me reprochas que te haya creado? Pues, bien, acércate y extinguiré el brillo de la vida que, en mi locura, supe alumbrar en ti." (Frankenstein, Mary W. Shelley)
El monstruo deja inconsciente a Frankenstein y se aleja con él a hombros, huyendo de la muchedumbre que le persigue. “La gente del pueblo… sólo sirven como telón de fondo para los sabuesos, cuyos aullidos ponen un estupendo complemento al deporte pagano de la caza del hombre” (James Whale). Asustado, se refugia en un antiguo molino.
El monstruo está desesperado. La multitud aullante intenta tirar abajo la puerta del molino. Una antorcha prende en la madera. El humo inunda la planta baja, impidiéndole respirar. Henry intenta escapar de la criatura, provocando su ira. Una rabia ciega y asesina que niebla su mente primitiva. Pronto el fuego rodea a ambos. ¡Fuego!, la única cosa que provoca el miedo del monstruo
Las llamas ascienden hacia el tejado y rodean al monstruo, quien aterrorizado intenta apartarlas de sí, intentando echarlas a un lado. Igual que en el lago, sus gestos vuelven a ser los de un niño asustado, como si gritara: “¡Fuego malo! ¡Fuego malo!” Antes de verse envuelto por su cálido abrazo.
“(…)Ahora el crimen me ha degradado situándome por debajo del animal más despreciable. No puede haber culpa, maldad ni desgracia comparables a la mía. (…) El ángel caído se ha convertido en un diablo malvado; pero hasta ese enemigo de Dios y del hombre tenía enemigos y compañeros en su desolación. YO, EN CAMBIO, ESTOY SOLO.” (Mary W. Shelley)
En un primer copión, después de que el monstruo lanza al suelo a su creador, un fundido encadenado enlazaba con el edificio en llamas. ¿El fin de la criatura…?
4. EL LEGADO DE FRANKENSTEIN
Los espectadores actuales no pueden hacerse idea del tremendo impacto que tuvo Frankenstein en el momento del estreno. La mayor parte de las películas de género estaban plagadas de momentos de comedia, y los momentos de tensión eran escasos, apenas puntuando la narración. Lo sobrenatural no tenía cabida en el cine. Los films adscritos al género de terror como “Nosferatu” (1921) o “Drácula” (1931) eran las excepciones a la regla. En el panorama norteamericano, con un contexto cultural alejado del romanticismo centroeuropeo y la literatura gótica, Frankenstein cayó como una bomba.
Durante una proyección de prueba, a medida que avanzaba el metraje, el público se salía de la sala. De apenas 500 personas, al final de la exhibición apenas quedaban 100. Carl Laemle Jr. estaba asustado; la película había costado cerca de 300.000 dólares las reacciones hacían presagiar un desastre.
No todos eran de la misma opinión. Eddie Montagne, un antiguo empleado de la Universal comentó: “Caramba, cuando consigues que el público se remueva de esa manera es que lo has atrapado”. Carl Laemle Jr, que tenía su opinión en alta estima , le llamó por teléfono: “se marchaban de la sala”. Montagne respondió: “Estás mal de la cabeza. Si tuviéramos una película como esa (en la Paramount), nos haríamos de oro”.
Un programa de mano de la película.
La Universal se encontraba en una situación financiera muy precaria, y Laemle decidió que procedía realizar algunos ajustes a fin de aminorar la conmoción de los espectadores. De común acuerdo con Whale se decidió introducir un prólogo donde Edward Van Sloane avisaba a los espectadores de los horrores que iban a contemplar; un recurso que la Universal había utilizado anteriormente en otras películas como “Drácula”. También se incluyó un epílogo, en el que Henry sobrevive a la caída y donde el viejo Barón Frankenstein (Frederick Kerr) permanece en la habitación mientras se restablece de sus heridas. Así mismo, y para alivio de Whale y Karloff que no estaban seguros de que la audiencia entendiera la escena, se decidió eliminar el momento en que el monstruo arrojaba a la niña al lago; un fundido bastaría para que el público se imaginara lo ocurrido. (La escena se volvió a incorporar a la versión restaurada de la película en 1987.)
El éxito en taquilla fue fulminante. La película llenó las salas durante las primeras ocho semanas de exhibición tras su estreno en Nueva York. Laemle estaba entusiasmado con el éxito. Y la crítica también respondió satisfactoriamente; todos estaban de acuerdo en que “Frankenstein” era una película superior a “Drácula”, y el público era de la misma opinión. El éxito fue tal que dio origen a la llamada “Edad de Oro” del cine de terror, que se extendió hasta 1939.
El monstruo, feliz en su hábitat natural, rodeado de otros “monstruos” consagrados: Basil Rathbone y Bela Lugosi celebran el cumpleaño de Karloff durante una pausa del rodaje de “El Hijo de Frankenstein”.
“Frankenstein” contó con varias secuelas. James Whale se encargó de la realización de “La Novia de Frankenstein” (1935), que pasa por ser la mejor de la serie y una auténtica obra maestra. La tercera película del ciclo fue “El Hijo de Frankenstein” (1939, Rowland V. Lee) sin la participación de James Whale y Colin Clive, pero contando con el protagonismo de Boris karloff; un digno entretenimiento que sirvió de principal fuente de inspiración para “El jovencito Frankenstein” (Mel Brooks, 1975). Los siguientes títulos, sin la participación de Boris Karloff, ya eran abiertamente decadentes. Convertido en un torpe gigante enfadado, las sucesivas encarnaciones del monstruo a cargo de Lon Chaney Jr., Bela Lugosi y Glen Strange carecían del patetismo y humanidad que convertían al Frankenstein de Karloff en un icono del género. Los argumentos de“El Fantasma de Frankenstein” (1942) y “Frankenstein y el hombre Lobo” (1943) se reducían a un mero cliché en el que un descendiente del Barón encuentra el cuerpo inanimado de la criatura y los documentos y libros del Doctor Frankenstein, y decide revivirla sólo para que se sucedan los desastres habituales narrados en las películas anteriores. Los dos siguientes films del ciclo: “House of Frankenstein” (1944) y “House of Drácula” (1945) combinaban a varios monstruos en el mismo título, con unos resultados aún más mediocres; sólo la interpretación de John Carradine como un elegante Drácula parecía animar en parte el primero de los títulos citados. El grado último de la degradación del personaje se produjo en “Abbot y Costello contra los Monstruos” (1948), con la criatura reducida a mero comparsa de esta pareja de cómicos para el disfrute de una platea infantil poco exigente.
Convertido en un icono mayor del género de fantasía, “Frankenstein” es el germen de otros muchos títulos adscritos al fantástico en su modalidad de “doctores locos” o “robots asesinos”. Se le puede considerar el abuelo de Hal 9000, de los replicantes de Blade Runner y del Terminator, por mencionar sólo a tres de sus más famosos herederos espirituales. Pero su influencia va mucho más allá, con escenas inmortales mil veces imitadas y una dirección artística que ha venido sirviendo de base para otros mucho títulos hasta avanzada la década de los setenta (¡esos aldeanos con vestuario folklórico centroeuropeo! ¿Recordáis Gimmelshtomp, la patria natal del Dr. Doofenshmirtz en la serie de animación de “Phineas y Ferb?”).
Pese a sus defectos, “Frankenstein” es un título fundamental en la historia del cine que permanece en la memoria de todos los aficionados.
Y además, lo que es yo, le guardo muchísimo cariño.