domingo, 10 de abril de 2016

THE FATAL GLASS OF BEER

THE FATAL GLASS OF BEER
Clyde Bruckman


“The Fatal Glass of Beer” (1933). Una producción de Mack Sennet para Mack Sennett Productions- Dirigida por Clyde Bruckman. Escrita por W.C. Fields. Protagonizada por: W.C. Fields, Rosemary Theby , George Chandler, Richard Cramer. ByN. 21 minutos


“The Fatal Glass o Beer” (1933)  es el segundo - y generalmente considerado el mejor - de los cuatro cortos producidos por Mack Sennett para el actor, siendo los otros El Dentista (1932), El Farmacéutico (1933) y La Barbería (1933). (Un quinto cortometraje sonoro, The Golf Specialist, fue producido por la RKO en 1930.) La excéntrica trama es apenas una excusa para la exhibición del talento cómico de Fields, que interpreta a Mr. Snavely un mísero  minero del Yukón, que lamenta la desgracia de su único hijo, Chester, malogrado por las tentaciones de la gran ciudad y el vicio del alcoholismo. El título del cortometraje hace referencia directa a ese fatal vaso de cerveza que condujo a Chester a la vida criminal y, finalmente, a pasar una larga temporada de tres años en la cárcel, tras robar los bonos del banco donde trabajaba como cajero.

Chester se resiste a probar la cerveza. Un mísero vaso es el responsable de su desgracia. Como diría Ray Davies en la canción de Los Kinks: <Oh demon alcohol, sad memories I cannot recall. Who thought I would say, damn it all and blow it all.>

Las críticas al film y su muy controvertida acogida entre público y crítica son fácilmente entendibles. El argumento del cortometraje es nimio y mundano. La puesta en escena resulta aparentemente torpe en su deliberada concepción teatral. El desarrollo del guion, desconcertante. La melodramática historia de “The Fatal Glass of Beer” es contada con solemne seriedad, y los actores recitan sus pomposos diálogos con una exagerada afectación. El humor no siempre se manifiesta en una primera visión del film, a salvo del gag (sistemáticamente repetido) de la palada de nieve que Fields recibe en el rostro cada vez que dice la frase: “Hace un tiempo de mil demonios… para los hombres y las bestias”. Las escenas se suceden cadenciosas, sin apenas continuidad entre unas y otras. Las transiciones se producen por corte directo y el final, manifiestamente cínico, es exageradamente abrupto y algo burdo en su comicidad.

Mr. Snavely: "Taint a fit night out (pausa) for maaaaaan nor beast".

En contrapartida, el espectador puede sorprenderse con el sentido del humor abiertamente absurdo de “The Fatal Glass of Beer”, que precede en seis años a la comicidad enloquecida de “The Bank Dick” o “Never give a sucker an even break”, con su tono de cartoon animado y su absoluto desprecio por la verosimilitud narrativa. Por no mencionar, la comicidad sutil de muchos diálogos, los cambios de tono en la narración, y el talento para el slapstick de Fields, largamente ensayado en sus años como actor de vodevil, que sólo pueden ser apreciados en sucesivas visiones del cortometraje.  

“¿Le parece muy grosero que toque el arpa con las manoplas puestas?”

“Voy a salir a ordeñar al alce”

En el momento de su estreno, “The Fatal Glass of Beer” fue probablemente el cortometraje peor recibido del comediante W.C Fields. Mack Sennet, a la sazón el jefe de la compañía productora, se negó abiertamente a su distribución por considerarla carente de calidad. Las compañías exhibidoras tampoco estaban satisfechas. J. E. Weber, propietario del Princess Theatre de Chelsea, Michigan, se quejaba amargamente  del cortometraje: “Dos bobinas y 20 minutos de tiempo malgastados”. J.J. Medford del Orpheum Theatre de Nuevo York añadía: “Esta es la peor comedia que se haya proyectado esta temporada. No hay historia, ni intérpretes… No tiene nada”.  

He visto la película tres veces y aún no sé por qué narices salen esos dos indios en la escena.

Treinta y cinco años después, “The Fatal Glass of Beer” empezó a ser considerado como el mejor cortometraje de W.C. Fields. Algunos exégetas incluso afirman que nos encontramos ante uno de los mejores cortometrajes de la historia del cine, y sin duda, el más divertido. Pero este cambio de opinión en nada tiene que ver con la calidad formal del film: una sátira exageradamente teatral, y técnicamente muy rudimentaria, sobre los melodramáticos cuentos morales que abundaron durante la ley Seca. Más bien está relacionada con el auge de la contracultura a finales de la década de los 60, la influencia del dadaísmo, el nonsense y el teatro del absurdo.

La reata de perros que conuce el trineo de Mr. Snavely. El líder de la manada acaba siendo devorado por Mr.  Snavely, que no lo lamenta demasiado. “Estaba muy bueno con mostaza”.

 A los ojos de las nuevas generaciones, las viejas películas de W.C.Fields y los Hermanos Marx eran rabiosamente modernas. Los diálogos de George Bernard Shaw que tanto entusiasmaron a sus padres, se revelaron abiertamente falsos y superficiales frente al sinsentido cáustico y electrizante de los cómicos de vaudeville de inicios del sonoro. El desafío a las convenciones dramáticas, que antes se consideraba como una muestra de torpeza o mal gusto, eran ahora elogiados por sus cualidades metanarrativas (como por ejemplo, la ruptura de la cuarta pared o las ocasionales interpelaciones al espectador frente a la acción dramática). En suma, la comedia, por regla general tan maltratada, se evidenció como el único de los géneros cinematográficos que supo asimilar y desarrollar las técnicas de la vanguardia cinematográfica dentro de la industria de Hollywood.

Haciendo sopitas con el pan en el caldo.

 Pese a sus defectos, “The Fatal Glass of Beer” es una delicia. El uso de material de relleno y tomas recurso… de una evidentemente falsa pantalla trasera para las escenas de exteriores… los personajes que aparecen y desaparecen sin sentido sólo para servir de excusa para gag o un juego de palabras… los chistes “privados” (cuando la nieve cae sobre su cabeza, el cómico musita: “Sabe a copos de maíz”, que es el material que se utilizaba para la falsa nieve de muchas películas)… el manifiesto cinismo conque (mal)evoluciona la trama… son detalles que a menudo se critican por su aparente descuido o torpeza, pero que resultan rabiosamente modernos para los espectadores actuales, sorprendidos por el descaro y la audacia de la propuesta, que puede resumirse en la siguiente frase: <nos importa un pepino que sepas que esto es sólo una película>.

Frases inútiles de buenas noches frente a un cristal roto: “No olvides abrir un poco la ventana, Chester”. "Buenas noches, papá. No olvides abrir un poco la ventana”, etc.

“The Fatal Glass of Beer” no es una película sobre el Yukón ni sobre los peligros del alcohol. Sino una película sobre las películas que se desarrollan en el Yukón; y con un mensaje nada moral: los peligros del alcohol son una mentira (a menos que seas un alcohólico sin remedio, en cuyo caso puede ser una bendición), y el robo es infinitamente más lucrativo y satisfactorio que pasarse treinta años trabajando duramente en la mina.

Chester resulta ser menos un ladrón que un tonto. Los Snavely son capaces de perdonar el crimen siempre que resulte lucrativo. Pero no están dispuestos a que les parasite ningún beatillo de tres al cuarto.

Aunque la misantropía de Fields es la fuente de su humor, es su comportamiento anárquico y el desafío permanente a la moralidad y las buenas costumbres las que acabaron por granjearle un puesto de honor entre los mejores cómicos del s. XX.

"Taint a fit night out (pausa) for maaaaaan nor b..pffft...".

domingo, 21 de febrero de 2016

MATAR A UN RUISEÑOR

MATAR UN RUISEÑOR
de Robert Mulligan

En la muerte de Harper Lee, he creído conveniente introducir una antigua crítica que redacté para esta maravillosa película, y de la que he hecho una conveniente puesta al día.
"To kill a Mockingbird". Una producción de Brentwood Productions y Pakula-Mulligan para Universal Pictures. Producida por Alan Pakula. Dirigida por Robert Mulligan. Escrita por Horton Foote, adaptando la novella de Harper Lee. Dirección de Fotografía de Russell Harlan. Montaje de Aaron Stell. Decorados de Henry Bumstead, Alexander Golitzen, and Oliver Emert. Música de Elmer Bernstein. Interpretada por: Gregory Peck, Mary Badham, Phillip Alford, John Megna, Ruth White, Paul Fix, Brock Peters, Frank Overton, Kim Stanley (narración). ByN. 129 ms. USA

El libro de Harper Lee y el escritor Horton Foote

La película producida por Alan J. Pakula (luego director de títulos como “Klute”, “El último testigo” o “Llega un jinete libre y salvaje”), fue adaptada al cine por el director Robert Mulligan. La película fue nominada a ocho premios oscars, ganando tres: los correspondientes a mejor actor, mejor dirección artística y mejor guion adaptado para Horton Foote, un excelente dramaturgo, autor del texto original de La jauría Humana, así como de las oscarizadas Gracias y Favores y Regreso a Bountiful. Gran cronista en miniaturas de las manías, pequeñas tiranías, propósitos encontrados e intenciones frustradas de los habitantes del sur de los Estados Unidos, y Texas en particular. Un escritor parco y sincero, que hace hablar a sus personajes con la voz de la cotidianeidad; buscando siempre el sentimiento de las “pequeñas cosas”.

Robert Mulligan y Gregory Peck durante el rodaje

La película, como la novela, es una narración iniciática contada desde el punto de vista de tres niños, En concreto de la niña Scout, que cuenta la historia en primera persona, pero también de su hermano Jem y su amigo Dill, un niño algo redicho hijo de un matrimonio roto. La perspectiva es por tanto la de un niño. La cámara se sitúa generalmente a la altura de los jóvenes protagonistas, como en E.T. el Extraterrestre. Las tomas mantienen el punto de vista de forma prolongada, en largas panorámicas. Las tomas se suceden con sobreimpresiones y fundidos encadenados, transmitiendo un aire de ensoñación y atemporalidad, como la que se produce al evocar los recuerdos de la niñez. El ritmo y la atmósfera del film están ya determinadas desde los primeros fotogramas, en unos maravillosos títulos de crédito.


La primera imagen de la película es una caja de zapatos. En los prolegómenos, escuchamos el sonido de una pianola que inicia una melodía infantil. Se oyen los murmullos y canturreos de un niño y la palabra “boo” se escucha de fondo en diversos momentos. Este “boo” evidentemente hace mención a Boo Radley, uno de los personajes secundarios del film, un adulto retrasado que se esconde de los habitantes del pueblo y al que haremos de nuevo mención más adelante.

Los brazos de una niña abren la caja de zapatos, que contiene diferentes objetos: los regalos de los que se sirve Boo Radley para comunicarse con los niños protagonistas, y que esconde en el hueco del viejo árbol que se alza frente a su casa: lápices de colores y ceras, una plumilla antigua, canicas, dos muñecos representando a los hermanos Scout y Jem Finch, una armónica, un silbato… y una navaja.

El contenido de la caja.

Especial importancia tiene dentro de esta relación de objetos la imagen de un reloj de bolsillo, que tiene su propio sonido, impuesto sobre la melodía e incluso marcando su ritmo, y que nos es mostrado en -al menos- dos momentos diferentes. Los títulos de crédito nos sugieren su importancia narrativa dentro del argumento, pero especialmente, igual que ocurría en los títulos de crédito de la también maravillosa “La Vida privada de Sherlock Holmes”, sirve de metáfora de un tiempo pasado, ya definitivamente perdido.

El golpeo de dos canicas, la sugerencia de un conflicto en un entorno infantil, sirve de inicio a la melodía principal del film, a cargo de Elmer Bernstein La banda sonora de Elmer Bernstein es sumamente evocadora, y acierta a capturar en sus notas los recuerdos de la niñez, imágenes y emociones de una época -nuestra infancia- en la que la vida se abre a nuestro alrededor, y donde cualquier pequeño evento puede convertirse en un suceso capaz de hacernos cambiar nuestra forma de ver y entender el mundo.

Maycomb, Alabama.

Tras los títulos de crédito, un suave movimiento de grúa nos muestra el poblado de Macon, donde se desarrolla la acción: un pueblo viejo y gastado, con caminos de albero y cercas de madera, casas antiguas de dos plantas con pilares de ladrillo y una vieja mecedora en el porche… Los campesinos llevan mono de trabajo y sombreros gastados de esparto, mientras la sociedad respetable viste de blanco y cubren sus cabezas del omnipresente sol con un sombrero panamá.

Scout Finch, la niña protagonista, entra inmediatamente en escena siguiendo al “señor Cuningham”, un campesino abatido por la gran depresión pero con su orgullo aún intacto. Cuningham se dirige al hogar de los Finch para pagar los servicios de Atticus en especie. Aunque la acción parece saltar desde un punto de vista omnisciente al subjetivo indirecto (la cámara se desplaza siguiendo a Scout, a su espalda) el punto de vista cenital corresponde así mismo al subjetivo de Scout y Jem, que permanece subido al árbol. La voz de la narradora omnisciente, la Scout adulta que parece mirar su pasado con la perspectiva y la madurez de los años, se funde con la mirada de la Scout niña desde la primera escena de la película.

Scout, Jem, Dill y Atticus

La cámara del recientemente fallecido Robert Mulligan se mueve con sutileza, y la acción cinematográfica corre fluida, fundiéndose una escena con otra sin sobresaltos de transición. Tal y como hemos indicado anteriormente, la película funde la voz del narrador adulto que reflexiona sobre los eventos de su infancia, con el punto de vista de la niña que fue, observan lo que sucede a su alrededor con la inocencia de la primera vez. Toda la película es por tanto un largo flashback, un recurso cinematográfico que en combinación con la ambigüedad de esta voz en off (adulta) y la utilización del punto de vista del mismo personaje en una edad temprana, permite traducir en imágenes el principal recurso narrativo de la obra literaria, la analepsis, el salto cronológico de los acontecimientos.

Es importante tener en cuenta que la perspectiva desde la que nos es mostrada la historia es infantil. Muchos críticos han cuestionado la ligereza con la que el film retrata los problemas políticos y sociales que vertebran todo el segundo acto y tercer acto de la trama, pero la línea argumental de la novela y de la película se centra en la evolución de la mirada de Scout y su manera de entender el mundo. Un mundo de buenos y malos, tal y como se vería en la mente de un niño de seis o siete años. Una mirada inocente, propia también de unos tiempos más ingenuos, que evoca con sinceridad una piedad liberal paternalista que hoy, tiempos más cínicos, quizás fuera considerada más como una demostración de hipocresía. Pero que es una mirada real, de una sociedad real, que vivía en un contexto muy concreto: la Alabama de los primeros años treinta.

 La familia al completo, con Calpurnia y la vecina, Miss Maudie, en el primer día de colegio de Scout.

A medida que la acción progresa, nuestra atención se centra en el padre de Scout y Jem, Atticus Finch, inolvidable Gregory Peck, un abogado de Alabama, viudo, al que Scout y Jem parecen contemplar como una figura meramente pasiva, al que paulatinamente van aprendiendo a respetar e incluso admirar, hasta que se convierte en una figura de rasgos míticos: el hombre bueno por excelencia; la persona que hace “lo que tiene que hacer”. Junto a Atticus, encontramos a Calpurnia, la criada negra que es considerada un miembro más de la familia y que cumple una función importante como educadora. Los niños se hacen amigos del pequeño Dill, inspirado en un amigo de infancia de Harper Lee: el escritor Truman Capote. Dill lleva gafas, habla con afectación y esconde algunos secretos de familia. Durante sus andanzas veraniegas, en las que se puede sentir un calor pegajoso y algo indolente, se preguntan por la figura misteriosa del hijo mayor de los Radley, a quien llaman Boo, una figura misteriosa que permanece oculta en el sótano de su casa desde varios años atrás.

La casa de los Radley

Dill y Scout hacen un descubrimiento en el tronco del árbol

Dos muñecos tallados, representando a Scout y jem

El primer acto de la película presenta por tanto a los personajes clave de la trama y el contexto donde se desarrolla la acción. Aún no existe una línea narrativa clara, pero esto carece de importancia. A través de la labor de cámara y de los efectos de sonido el espectador se identifica de inmediato con los niños y asume con naturalidad su mirada. Uno de los pocos momentos en que esta perspectiva se rompe se corresponde con uno de los mejores momentos de la película (que no está incluido en la novela): Scout pregunta a su hermano Jem por su madre, una vez que Atticus los ha llevado a la cama. El diálogo de los niños es escuchado en off. La cámara abandona el dormitorio y se centra en la figura de Atticus, que sentado en el porche de la casa, de noche y a solas, escucha la conversación y participa pasivamente de ella, preguntándose igualmente cómo habrían sido sus vidas de seguir viva su esposa, recordando quizás otro tiempo pasado en el que la vida todavía te aportaba cosas, antes de empezar a despojarte de ellas.

En plena noche, Atticus recibe la visita del juez del condado, que le encomienda la defensa de un hombre negro: Tom Robinson

Los días se suceden de forma rutinaria, hasta que Atticus recibe el encargo de defender a un hombre negro, Tom Robinson, que ha sido acusado de violar a una adolescente blanca llamada Mayella Ewell. La opinión pública apoya unánimemente la historia de los Ewell, en contra de la defensa de Atticus, a quien algunos ven como un traidor a la causa blanca. El padre de Mayilla, Bob Ewelll, un ominoso representante de eso que se ha venido a llamar “basura blanca” se encara con Atticus y amenaza indirectamente a sus hijos. En la escuela, Scout y Jem se ven involucrados en varias peleas con sus compañeros de clase. Todos se preguntan cómo puede el respetable Atticus Finch defender a un negro. Atticus reprende a Scout: <no le llames “nígger”>, que es el término despectivo que se utiliza para las personas de color, <estoy defendiendo a un hombre negro, Tom Robinson>. Las palabras de Atticus van dirigidas a establecer claramente que su defendido es un hombre que tiene una identidad. Es fácil llamar “negro” a un colectivo de forma colectiva, pero cuando tu objetivo es alguien a quien conoces o puedes conocer, los estereotipos caen y quedan las personas.

Scout con Atticus: “¿Tú defiendes a negros?” – “No digas eso. Se me ha encomendado la defense de un hombre de color, Tom Robinson” – “Por qué” – “Si no lo hiciera, sería incapaz de mantener mi cabeza erguida en este pueblo. Nunca os podría decir a Jem y a ti cómo comportaros…”.

Otra gran escena tiene lugar con la llegada de un perro rabioso al pueblo. Un oficial acude a Atticus para que le ayude a disparar al animal. ¿Acaso no puede dispararle él solo?... No se considera un tirador lo suficientemente bueno, y en caso de fallar el tiro y de dejar herido al animal, éste puede reaccionar con agresividad, correr y avalanzarse sobre alguien. El oficial ofrece el rifle a Atticus y le apremia a disparar. Atticus se despoja torpemente de sus gafas y apunta con cuidado. El tiro derriba al animal, matándolo en el acto. Los niños se sorprenden. Es como si Atticus escondiera una personalidad secreta. Siempre le han considerado demasiado viejo para hacer nada; toda la vida rodeado de libros polvorientos que estudia como si todas las enseñanzas del mundo se contuvieran en sus páginas. Pero este Atticus es diferente: “el mejor tirador del condado de Macon”. Es como si Clark Kent se despojara de sus gafas. Su padre tiene cualidades que ellos aprecian, pero a las que él procura no dar ninguna importancia. Adivinamos que existe un pasado bélico en la vida de Atticus del que él no quiere hablar. ¿Qué es lo que hizo en la guerra?... Él evita la cuestión señalando que “una persona no mata sin tener una razón. Para ello debes tener la certeza”. Si Tom Robinson es culpable debe correr con las consecuencias, pero como todas las personas merece un juicio justo donde se determinen claramente sus reponsabilidades. Sólo si verdaderamente el juicio dilucida su culpabilidad merecerá su suerte. De forma sutil, Scout y Jem comprenden que la habilidad de cazador de su padre carece de trascendencia. ¿qué importancia tiene una mera habilidad natural frente a la facultad racional de reducir los hechos a su verdadera esencia, de entender su importancia, de decidir cuáles han de ser las consecuencias, y de tener, en su caso, el valor de asumirlas como propias, incluso frente a tu propia vida?

Un perro rabioso se aproxima al pueblo. Atticus tiene que afinar su puntería.

“Si puedes aprender una simple cosa, Scout, serás capaz de confraternizar con todo tipo de gente. Nunca entiendes del todo a una persona hasta que ves las cosas desde su punto de vista… te calzas sus zapatos y caminas con ellos”

Se inicia el juicio. El tribunal rebosa de gente. Los blancos en la sala y los negros en el anfiteatro. Scout y Jem se cuelan y asisten a los interrogatorios. Los detalles de la fase probatoria transcurren rapidamente ante nuestros ojos, sin preparación previa. Otras películas se ven obligadas a adelantar los detalles del caso, se centran en la figura del abogado diligente luchando por descubrir la verdad frente a una burocracia corrupta que le pone continuos obstáculos (como por ejemplo, la estupenda “En el nombre del padre”). Pero “Matar a un ruiseñor” es otro tipo de película. La investigación criminal se habría visto como una digresión dentro de la narración, que insistimos se centra en la evolución de Scout y Jem y su paso de la infancia a la madurez. El tono de la película habría quedado irremisiblemente dañado. La decisión narrativa de que la investigación criminal y el juicio se desarrollen en una larga secuencia entendemos que es la apropiada, independientemente de que las revelaciones que se suceden ante nuestros ojos resulten quizás demasiado explícitas y algo tramposas, como por ejemplo el hecho que Tom Robinson está impedido de un brazo debido a un fatal accidente. Es el precio a pagar cuando realizas una adaptación cinematográfica: Debes sintetizar la trama, despojarla de todo lo accesorio para centrarte en lo fundamental. Afortunadamente, el tiempo narrativo no se corresponde con el tiempo real. “Matar a un Ruiseñor” se desarrolla desde un verano hasta el otoño/ invierno del año siguiente. Los diferentes momentos de la trama se desarrollan en distintas estaciones, lo que permite dilatar el tempo narrativo a fin de que la acción se desarrolle sin estridencias, pero siguiendo en todo caso una línea temporal verosímil. Los interrogatorios a los Ewell y a Tom Robinson se suceden en una misma sesión judicial, atendiendo a los detalles y la caracterización de los personajes, de forma muy pormenorizada y ocupando una parte importante del metraje, pero sin apenas cortes que dilaten la acción artificialmente. La secuencia es muy larga, pero se desarrolla con cierta agilidad, de forma integrada dentro de la estructura del film.

Los Ewell.
Atticus y Tom Robinson

El testimonio de Tom Robinson: “Ella saltó sobre mí. Me abrazó por la cintura. Se acercó y me besó en la cara. Me dijo que nunca antes había besado a un adulto... y que prefería besarme a mí. Me dijo que la besara... y le dije: <Srta. Mayella, deje que me vaya...> y traté de correr. El Sr. Ewell la maldijo desde la ventana. Dijo que la iba a matar.”

Los interrogatorios dejan a las claras que Tom Robinson es inocente, que no se produjo ninguna violación, que Mayella se sentía atraída por Robinson y pretendió seducirle para poder escapar del control de un padre abusivo y violento. Que Mayella es quizás también una víctima, atrapada posiblemente en una relación incestuosa y no deseada con su brutal padre, y que si ha mentido es en parte para protegerle pero también -principalmente- debido a la vergüenza que siente de haberse sentido atraída por un hombre negro.
No soy un idealista que cree firmemente... en la integridad de nuestros tribunales y de nuestro sistema de jurado. Ese no es un ideal para mí. ¡Esa es una realidad viviente! Ahora, tengo confianza que ustedes, señores, revisarán... sin pasión... la evidencia que han oído... tomarán una decisión... y restituirán este hombre a su familia. En el nombre de Dios... cumplan con su deber. En el nombre de Dios... crean en... Tom Robinson.

Las conclusiones de Atticus son muy convincentes; es una de las mejores escenas de Gregory Peck en el film. Sin embargo, el veredicto es inapelable: Tom Robinson es declarado culpable. El fallo del jurado es acogido en silencio. La comunidad blanca recibe la sentencia con un cierto sentimiento de culpa. Nadie vitorea a Bob Ewell. Tampoco se escuchan protestas entre la comunidad negra. La callada indignación de la comunidad negra es un alegato antirracista de mayor fuerza que la violencia airada y los gritos de protesta. Nos hacen pensar en las décadas de injusticia y explotación que ha debido de soportar su raza. Los blancos abandonan la sala rapidamente. Atticus, evidentemente afectado, guarda sus enseres. Sus esfuerzos han resultado inútiles. La educación que da a sus hijos se ha revelado falsa. Scout y Jem, sin entender del todo los acontecimientos, permanecen sentados en el gallinero en silencio, incrédulos, reprimiendo una lágrima. El derecho es un intrumento vacuo y la verdad no ha hecho libre a Tom Robinson. La justicia de los blancos, de los poderosos, no es justicia. Es toda una filosofía de vida la que se derrumba ante nuestros ojos mientras vemos a Gregory Peck, inmortal, maravilloso Atticus Finch, en la que es indudablemente la interpretación de su carrera, recoger sus libros de leyes con un esfuerzo sobrecogedor, como si de repente se viera obligado a llevar el peso del mundo entre sus manos. Los negros permanecen en pie y en silencio, mientras Atticus Fich abandona la sala. Un sacerdote de color exhorta a los niños a ponerse de pie, como muestra de respeto hacia su padre:

"Miss Jean Louise, levántese… Su padre está pasando."


La solemnidad del momento se pone en contradicción con la frialdad distendida de la secuencia del juicio. Hasta la interpelación final, Atticus Finch es contemplado de forma objetiva y distante. Su defensa es tranquila y calmada. No remarca las evidencias. No responde con vehemencia ante las incongruencias de los testigos. La dirección de Robert Mulligan se despoja de los rasgos de estilo que han venido plagando el desarrollo de la trama. Es la secuencia clave del film. Porque el realizador ha decidido despojarla de todo énfasis y dramatismo, aparte del inherente al texto, a fin de evitar que la fuerza de la escena derrumbara la minuciosa arquitectura que sostiene toda la película. Sólo se busca la empatía del espectador al final, una vez dictada la sentencia. Un momento solemne y pausado, absolutamente necesario para trasmitir la sensación de injusticia e impotencia que sufren Scout y Jem.

Otra de las grandes escenas dramáticas de la película tiene lugar en el porche de la cárcel. Atticus decide pasar la noche frente a la prisión donde permanece encerrado su defendido. Sentado una vez más en su sempiterna mecedora, leyendo un libro junto a la débil luz de la lámpara de aceite que ilumina el porche. Una masa de ciudadanos se aproxima a la prisión, decidida a linchar a Tom Robinson. Se ha anunciado una apelación ante el tribunal federal, pero la multitud no está dispuesta a que se les despoje de su particular sentimiento de justicia. Tom Robinson debe morir y en caso que Atticus Finch pretenda impedirlo, habrá de sufrir personalmente las consecuencias. Es en ese momento cuando Scout aparece en escena, reconociendo al Sr. Cuningham, ese granjero empobrecido pero aún orgulloso que conocimos en la primera escena que sirve de inicio a film.

Un amago de linchamiento, frustrado por la mala conciencia de la turba.

El discurso de Scout parece obedecer a una clara estrategia de la astuta niña, que bajo su aparente inocencia interpela al granjero recordándole la amistad y la confianza con que su familia ha tratado siempre a la suya. Puede parecer muy ingenuo pensar que las palabras de una niña pueden calmar a una masa turbulenta y enfurecida, pero estos hombres armados con antorchas y escopetas de caza sólo actúan tal y como se les ha enseñado a actuar ante situaciones similares. En este caso en concreto, su posición no es marcadamente activa, sino que parecen obligados a actuar contra su voluntad en un ejercicio de compañerismo mal entendido. Quizás los interrogatorios no hayan sido inútiles. El juicio no ha hecho justicia pero sí ha revelado la verdad. Ninguno de los miembros de la turba tiene la conciencia tranquila. La mirada inocente de Scout es como la mirada de un juez bíblico, que contrapesa las acciones de los hombres con su sentido de la justicia. La masa se disgrega y los linchadores regresan a sus casas, conscientes de haber estado cerca de cometer un gran pecado. Al igual que Atticus, “hacen lo que tienen que hacer”. La violencia de la masa es sólo el disfraz bajo el que Bob Ewell pretende amparar su propia violencia.

         
Tras dar la mala noticia a la familia de Robinson, Atticus se enfrenta a Bob Ewell.

El punto de giro del tercer acto tiene lugar cuando Atticus es informado de la muerte de Tom Robinson. Durante su traslado a la ciudad, escapó del furgón e intentó escapar. Pese a recibir el alto repetidas veces, siguió corriendo. Los guardias se vieron forzados a dispararle, provocando su muerte. Esta es la historia del oficial de policía, pero evidentemente es una historia poco verosímil. Los comentaristas más ácidos del film no cuestionan que esta versión sea aceptada por Scout; ¡a fin de cuentas es una niña! Sin embargo sí se cuestiona que Atticus Finch, un liberal blanco ya suficientemente experimentado creyese verdaderamente esta historia. Es cierto que la película nos muestra que Atticus es verdaderamente un hombre ingenuo y bienintencionado, pero en la atmósfera de lucha por las libertades civiles que se extendió por Estados unidos en los años sesenta, que la película no se atreva a sugerir que la muerte de Tom Robinson no fuese meramente accidental, fue objeto de amargas críticas que consideraron esta decisión un ejercicio de mero cinismo. A fin de cuentas, ¿cuántas muertes accidentales se habían producido en el sur de los Estados Unidos durante las pasadas décadas, en fugas provocadas por la propia autoridad? Evidentemente, “Matar a un Ruiseñor” no era una película antirracista ni contestataria. Pero es que ese no era el objeto de la novela ni de la película. El problema del racismo está implícito dentro de la trama. Pero el desarrollo tiene por objeto un viaje iniciático de unos niños, que comienzan a ver las mentiras y pecados de la sociedad donde viven. El objeto de nuestra atención no es Tom Robinson, por mucho que simpaticemos con él, sino Atticus Finch. O mejor dicho, la actitud y valores que él representa, unos valores y principio que son los propios de la señorial y religiosa de la sociedad sureña, a la que pertenecen tanto Scout, como Jem, Dill y el propio Atticus.

Una fiesta de Halloween movidita, repleta de terrores nocturnos.

La historia concluye de una forma algo apresurada, con el cobarde ataque de Bob Ewell a Scout y Jem durante el día de Halloween. El guión evita la sensación de disrupción y apresuramiento al volver a utilizar la voz de Scout adulta como narración en off. Ello permite una elipsis más prolongada, así como una aparente continuidad en el desarrollo argumental que verdaderamente no se produce. El punto de vista salta así mismo de Jem a Scout, que por primera vez ve la acción de modo subjetivo, de forma fragmentada, pues el disfraz le impide ver con nitidez lo que está pasando a su alrededor. Bob Ewell, borracho y en descrédito ante el condado de Macon, decide vengarse de Atticus Finch, dañando a sus hijos. Jem es golpeado y cae entre los arbustos, mientras Scout corre pidiendo ayuda. Cuando la policía acude al lugar, encuentran a Bob Ewell muerto, con un cuchillo hundido en su pecho. Ya en casa de los niños, Atticus se debate en cumplir su deber como ciudadano y hombre de leyes, y contar la verdad de los sucesos acaecidos esa noche. ¿quizás fue el propio Jem quien le clavó la navaja a Bob Ewell en defensa propia? La respuesta, aunque parcial y confusa, la tiene Scout que ha sido testigo de los acontecimientos. Es Scout quien reconoce la figura del hombre que les ha salvado la vida a ella y a Jem del siniestro bob Ewell: una figura delgada y blanquecina que se oculta tímidamente entre las sombras; el misterioso Boo Radley, su fantasmagórico y amistoso vecino; un pobre hombre, pasado la treintena, a quien reconocemos como retrasado y enfermo. El amistoso vecino en la sobra que siempre ha compartido en la distancia los juegos y aventuras de los niños. Boo Radley es quien ha salvado de un destino incierto, y quien debe responder de la muerte de Bob Ewell enfrentándose una vez más a una justicia igualmente incierta. Atticus se siente en el deber de defender a Boo Radley (un claro supuesto de inimputabilidad según el derecho penal español) pero es el sheriff quien decide que ningún bien puede derivarse de una acusación formal contra éste

“Hay un hombre negro muerto sin ningún motivo. Ahora el hombre responsable de eso está muerto. Esta vez deje que los muertos entierren a los muertos, Sr. Finch”.

Los pájaros cantores y el simbolismo asociado a ellos aparece en varias escenas de la novela. Por ejemplo, el apellido de la familia es Finch (en inglés: jilguero), que es a su vez el apellido de soltera de la madre de Lee. El ruiseñor del título es un motivo principal de este tema, el cual aparece por primera vez cuando Atticus, después de haberles regalado a sus hijos rifles de aire comprimido como regalo de Navidad, permite que el tío Jack les enseñe a disparar. Atticus les advierte de que, si bien pueden "matar tantas urracas azules como deseen", deben recordar que "es pecado matar un ruiseñor".Confundida, Scout le consulta a su vecina la señorita Maudie, quien le explica que los ruiseñores no le causan ningún daño al resto de criaturas vivientes, diciendo, "solo hacen una cosa y es cantar con todo su corazón para nuestro deleite". El escritor Edwin Bruell resumió el simbolismo de la historia en 1964, cuando expresó que "Matar un ruiseñor es matar aquello que es inocente e indefenso, como Tom Robinson”… o el propio Boo Radley. El título de la película y de la novela plantea por tanto un debate moral


Esta película maravillosa consigue el raro milagro de trasladar las emociones y sentimientos de la obra original con fidelidad a sus fuentes, pero también de modo independiente de la novela, hasta el punto que se puede considerar como uno de los escasos ejemplos de obras cinematográficas que pueden tener una vida paralela idéntica a la de su homólogo literario, con una calidad y emociones parejas. Tanto la película como el libro aceptan sucesivas revisiones y lecturas por igual sin por ello ver mermada su eficacia narrativa y la contundencia y belleza de su mensaje. Como diría Carlos Pumares. “obra maestra”.


Una imagen del rodaje. Gregory peck y Mary Badham leen el guion.