lunes, 29 de septiembre de 2014

¿Y AHORA QUÉ?

¿Y AHORA QUÉ?
Frank Borzage

“Little Man, What Now?”. Una producción de Carl Laemle Jr. para Universal Pictures Studio. Producción y dirección: Frank Borzage. Dirección de fotografía: Norbert F. Brody. Guión: William Anthony McGuire, basado en el libro de Hans Fallada. Montaje: Milton Carruth. Música : Arthur Kay. Intérpretes: Margaret Sullavan, Douglass Montgomery, Alan Hale, Catherine Doucet, DeWitt Jennings, G. P. Huntley Muriel Kirkland, Fred Kohler, Mae Marsh, Donald Haines, Christian Rub, Alan Mowbray. B/N. Duración: 98 minutos.

Esta película realizada en 1934 está basada en un best seller de la época: “Kleiner Mann - Was Nun?” del escritor alemán Hans Fallada. La novela exploraba las desventuras de Hans Pinneberg y su esposa Lämmchen, una joven pareja pequeño-burguesa alemana, durante los difíciles años de posguerra, y más concretamente, durante la depresión de 1930. La novela de Fallada retrataba todo el espectro político alemán de estos años, incluyendo anarquistas, comunistas y nazis, pero no con un interés satírico, sino como un telón de fondo de la historia principal, cuyo sencillo mensaje puede resumirse en que el amor de una joven pareja puede ser capaz de soportar cualquier tempestad.

Primera edición de la novela de Fallada

Carl Laemle adquirió para la Universal Pictures los derechos de la novela de Fallada, que ya había sido adaptada en una anterior versión alemana en 1933. En un primer momento, Junior (como solía llamarse al hijo del patriarca) consideró que la obra contenía un material apropiado para su hombre de confianza, el director James Whale. Sin embargo, cuando Frank Borzage abandonó la 20th Century Fox y se convirtió en profesional libre, manifestó su interés por la adaptación, cuyo argumento consideraba idóneo a su estilo, debido a su fuente contenido social y compromiso antibélico. Junior tenía sus dudas pero Margaret Sullavan, una joven actriz que había gozado de un gran éxito con el melodrama “Only Yesterday” (1933, John M. Stahl) y que había sido elegida para interpretar a Lämmchen, sentía una gran admiración por el director e insistió en su contratación. En el futuro, Borzage y Sullavan volvieron a colaborar en otras tres ocasiones.

La Universal eliminó toda referencia directa al nazismo en la adaptación. El prólogo del film resta importancia al contexto alemán, sugiriendo que la película aborda problemas universales: "The story of LITTLE MAN is the story of EVERYMAN -- and the question of WHAT NOW? is the WORLD'S DAILY PROBLEM."

La película se realizó en 1934, un año después que el nacionalsocialismo triunfase en Alemania. Frank Borzage inicia con este título su trilogía alemana, que incluye “Tres Camaradas” (1939) y “The Mortal Storm” (1940) (para muchos, la más lograda de las tres). “El trípitico rebela la armonía absoluta del cine de Borzage, entre el romanticismo y el compromiso social, y tiene otro elemento de coherencia entre sus piezas en Margaret Sullavan, una actriz a ras de tierra, sólida y expresiva como pocas, que sabe situarse <en una esfera más moral, la del humanismo místico del director, de quien es su portavoz>” (Quim Casas en “Dirigido Por”, noviembre de 2001, citando a su vez a Christian Viviani en “Positif”, núms. 183-184)

Margaret Sullavan: “Su hermosura no era obvia ni se ajustaba a los estándares de belleza. Se mostraba en los pequeños gestos: un pequeño movimiento de cabeza, su forma de caminar, cuando reía... resultaba asombrosamente bella en movimiento. Una de mis novias se quejaba de lo mucho que solía hablar acerca de Sullavan y tenía razón. Todos -Henry Fonda, James Stewart y yo- caímos inmediatamente  enamorados de ella” (Joshua Logan)


A la entrada de la consulta, Hans y Lamchen tropiezan con otra pareja casada. La mirada de la mujer alumbra una mueca de desprecio. El marido, por su parte, guiña un ojo a Hans. “Buena conquista, chaval”, parece decirle.

Sullavan interpreta a Lamchen. Al inicio del film, vemos a la pareja acudiendo a una cita con un ginecólogo. Aunque la película evita exponer claramente el problema, es evidente que la pareja no está casada y que en un momento determinado se plantean que ella aborte. Pero cuando Lamchen contempla un bebé en la calle, decide continuar su embarazo, sin tener en cuenta la situación de pobreza que atraviesan. El desarrollo de la película se ajusta al periodo de gestación del bebé, hasta su nacimiento.

Hans, el prometido de Lamchen, trabaja en una pequeña empresa de distribución de trigo, bajo la dirección tiránica de su jefe Emil Kleinholz (DeWitt Jennings), quien está más interesado en encontrarle pareja a su hija que en la buena marcha del negocio.

Hans Pinneberg es interpretado por Douglas Montgomery, un joven galán sin especial proyección en el medio, que ha sido por lo general el objeto de los mayores ataques de la crítica al film. Se le suele achacar por lo general cierta vehemencia (confundiendo su interpretación con el carácter impulsivo y algo pedante de su personaje, ingenuo y pagado de sí mismo), y una dicción excesivamente perfecta que no parece encajar con los humildes orígenes del personaje que interpreta. A cambio, Montgomery ofrece una autenticidad y convicción que otros galanes del medio hubieran sido incapaces de expresar: “una estrella de cine hubiera intentado reservarse ciertas dosis de encanto y mostrado una ligereza que convencieran a su público de que finalmente todo iba a salir bien, pero Montgomery verdaderamente parece un tipo ordinario y da la impresión en pantalla que, en cualquier momento, puede dejarse llevar por la ira o convertirse en un amargado, y la posibilidad que pueda abandonar a Lamchen parece sin duda real. Pese a sus limitaciones, nos encontramos ante una interpretación verdaderamente sentida, y sin duda, el punto más alto de la prometedora carrera de Douglas Montgomery, que nunca llegó a gozar del éxito”.

Kleinholz espía desde la ventanilla a sus empleados. Tampoco él está convencido del talento de Douglas Montgomery, pese a los esfuerzos del actor.

Como tantas y tantas parejas de jóvenes sinceramente enamorados que poblaron la obra de nuestro realizador, los Hans y Emma de LITTLE MAN… pueden definirse por esos perfiles románticos, dulces y sinceros que forjaron el mejor cine del norteamericano. Desde el primer momento, comprobaremos como la superior personalidad de ella, servirá para sobrellevar el carácter siempre mitigado y temeroso de su amado. La película nos permitirá asistir a las incidencias de la pareja, siempre con detalles muy sutiles, e incluso empleando elipsis muy atrevidas –como aquella que nos indica que se han casado-, que además irán unidas a un tono de comedia bastante desprejuiciado, que incluso en ocasiones irá lindante con la fábula. En esa vertiente habrá que destacar todo el episodio, bañado por rasgos de caricatura, que definirá la existencia de la familia del anticuado y grosero dueño de la empresa en la que trabaja Hans, y que desea que su hija se case con él, sin saber que este ya se ha desposado –para ello, nuestro protagonista ocultará deliberadamente su alianza mientras acude a su puesto-. A partir de estos elementos de partida, la sabiduría de Borzage sabe oscilar entre el apunte colectivo y la vivencia individual, siempre con gran sentido del equilibrio en el relato, apostando en bastantes momentos por la citada incidencia de la comedia –incluso en ello incide el tono de su banda sonora-, pero sin dejar que esa aparente relajación ahogue o entorpezca las cargas de profundidad de su conjunto.”

 Un triángulo dramático más habitual en la vida real que en el cine: ella, él y la mamá de él.

Tras ser despedido del almacén, Hans obtendrá y perderá diversos trabajos. Agobiados por la miseria, la pareja decide finalmente mudarse a Berlín, donde esperan encontrar la ayuda (interesada) de la madrastra de Hans, una mujer vanidosa, irresponsable y despreocupada que sólo parece estar interesada en la rentabilidad que pueda proporcionarle la pareja. Sus manejos, sin embargo, permiten a Hans obtener un nuevo trabajo de empleado de unos grandes almacenes... y de paso cobrarle 100 marcos mensuales porque el joven matrimonio duerma en una lujosa habitación. Pero el lujo no es más que una mera apariencia y el presagio de nuevas humillaciones: la madrastra, en verdad, regenta un burdel, y es evidente que Lamchen, poco a poco, es empujada a prestar servicios de asistenta en la casa, y quizás, con el tiempo, a adoptar una posición más activa en el negocio.

La pareja comparte un momento de felicidad en su nueva habitación.
¡Posiblemente la última vez que se vio a una pareja compartir cama en una película americana hasta mediada la década de los 50!

“En `¿...Y ahora, qué?´, el joven héroe de la historia puede sufrir mil desventuras porque es incapaz de encontrar empleo, o de conservarlo, o porque no sabe cómo demonios va a alimentar a su hijo, a punto de nacer, pero simplemente con ver a su esposa con un vestido nuevo, al llegar a su casa, o con cualquier otro detalle menor, de gran belleza para él, le da la felicidad.” (TheyCame2001, autor de un excelente post en la página web Cine Clásico.)

- ¡Oh, cariño! ¡Sí pudiera comprarme ese tocador, me volvería loca de alegría!
- Las personas que pueden permitirse comprar ese tocador, querida, no saben lo que es volverse locas de alegría!

Entre la galería de secundarios del film, cabe destacar a Alan Mowbray y el extravertido Alan Hale, este último interpretando a un granuja lascivo y timador que se convierte en el inesperado amigo del joven matrimonio. Enamorado platónicamente de Lämchen, Jachman apenas se atreve a expresarle sus sentimientos en voz alta, a salvo de puntuales coqueteos que nuestra protagonista corta en seco. Cuando finalmente es arrestado por la policía, no sin antes ayudar económicamente al matrimonio, se lanza a canturrear en el furgón de forma despreocupada ante sus guardianes:

-      ¿Usted canta cuando le envían a la cárcel?
-      Canto cuando estoy muy contento.
-      Le van a caer 5 años. ¿Lo sabía?
-      Sí, claro que lo sé. (Jachman, sin dejar de canturrear, inquiere a sus captores) ¿Creen ustedes en Papá Noel?... Yo he sido Papá Noel esta noche… Jachman, el viejo libertino. Le llevé un saco lleno de alegría a un ángel. Por eso estoy cantando”

<¿Amas a Hans, verdad? Nunca podrías amar a una persona como yo. No soy de tu tipo.>

Alan Mowbray tiene una pequeña pero muy recordada escena, quizás la más indignada del film, como un famoso actor de cine que busca inspiración para su nuevo papel estelar, interpretando a un hombre del arroyo. Sin percatarse de que Hans tiene unas cuotas que cumplir semanalmente, le entretiene durante más de dos hora, probándose todos los trajes en exposición, sin intención de comprar nada. Cuando Hans le ruega que realice un pequeño gasto para cubrir la cuota, el actor no duda en dar parte a sus superiores, provocando el despido del dependiente.  “Dígame, ¿cuál es su próxima película?”, pregunta el gerente. A lo que Hans responde, imitando al actor con callada desesperación: “Hago el papel de un pobre. Un pobre hombre del lado malo de la ciudad.”


Alan Mowbray interpreta a Franz Shulter, un famoso actor. En los grandes almacenes reprende a Hans: <¡¿Quiere que compre uno de esos trajes que “duran toda la vida”?!... De verdad, ¿me ve usted a mí llevando uno de esos trajes toda mi vida?>

“Little Man …” se ajusta al esteorotipo de pareja romántica que fijaran Charles Farrel y Janet Gaynor en otros títulos del director. Ella, pequeña, frágil y maternal. Él, fuerte y alto, pero apesadumbrado por las circunstancias. (“Ámame”, le implora, hundiendo la cabeza en su pecho.) El mundo exterior puede resultar oscuro y hostil, pero en el universo ideal de Borzage, los amantes sólo se necesitan el uno al otro (¡son la única comida que necesitan!) como evidencia la escena en que ella reparte el pan de sus bocadillos entre las palomas y una segunda pareja necesitada.

Los dos tortolitos juguetean con descaro en el parque.

Igual que en “Torrentes Humanos” (The River, 1928), esta película de Borzage no duda en equiparar el amor sensual al amor romántico, incluyendo escenas algo subidas de tono para la época. Así, durante un paseo romántico en el bosque, la Sullavan se remanga la falda, deja sus piernas al aire y flirtea descaradamente con Montgomery, mostrando al espectador su hermosa figura. Sube a un árbol y se lanza sobre su marido, cayendo con él al suelo. Una danza de apareamiento idealizada por la puesta en escena de Borzage

Hans y Lamchen retozan entre la hierba sin preocuparse de las miradas indiscretas… por el momento.
  
Esta es una de las escenas más recordadas del film. Pero a su misma altura podemos situar otros momentos: en concreto, la escena en la que la Sullavan decide vestir un ligero traje de noche, regalo de Jachman, para sorprender a su marido; una escena que suele repetirse con ligeras variantes y similar eficacia en otros muchos films del director (Liliom, El Séptimo Cielo, el ángel de la Calle, fueros Humanos…)

Una sorpresa inesperada…


Una visión arrebatadora…

Pese a todas las adversidades que acechan a Hans, éste no tiene por menos que aceptar que un mundo que cuente con la maravillosa presencia de Margaret Sullavan tampoco puede ser tan malo.

En esta escena, el vestido se convierte en un símbolo de esperanza; una prueba de la eterna belleza de los sentimientos de Hans y Lamchen. Aunque “Little Man… “se desarrolla en el contexto de un país en crisis, su inspiración tiene mucho más que ver con la naturaleza redentora y transfiguradota del amor; de su fuerza como motor para impulsar el compromiso y el perdón.

En el mismo sentido cabe interpretar la secuencia en la que Hans encuentra a su esposa totalmente ausente tripulando una atracción de feria. En verdad, se siente culpable porque picó un poco del salmón que había reservado para la cena de su esposo… ¡y acabó comiéndose todo el plato! La joven esposa actúa como una niña que teme ser reprendida tras haber cometido una travesura. Pero el propio Hans no deja de ser tampoco más que otro niño (ambos son tan jóvenes) y sonríe complacido con la anécdota.

Inmediatamente después, Hans le revela a Lamchen las noticias que ha recibido de su madrastra, que se ofrece a acoger a la pareja en Berlin. Complacidos ante este cambio del destino y la promesa de un futuro juntos en la gran ciudad, ambos se dejan llevar por una alegría contagiosa. La cámara del realizador cambia su emplazamiento, situándose  dentro de la atracción de feria, girando con los protagonistas y haciendo partícipe al espectador de esa sensación placentera.

“El `hombrecillo´ al que alude el título original, es el equivalente europeo exacto del hombrecillo americano del que Rooselvet ha prometido ocuparse, pero que ahora (en plena depresión) está totalmente desamparado.” (Theycame2001)

La moraleja de las últimas grandes películas mudas de Borzage es que EL AMOR puede conquistar a la muerte (El Séptimo Cielo), la traición (El Ángel de la Calle), la incapacitación física (“Lucky Stars”) e incluso los mismos elementos y fuerzas de la naturaleza (“Torrentes Humanos”); un mensaje que sólo puede funcionar dramáticamente dentro del universo de los films mudos y animados, cuya estilización y artificio los hace más cercanos a la poesía que a la secuencialidad narrativa. En contrapartida, el enemigo al que se enfrenta EL AMOR en esta película es mucho más sutil y cotidiano, y mucho más impactante. La secuencia en la que Hans se deja llevar por la ira y la rabia que propaga un agitador en las calles, que aparece en diversos momentos del film, y se encuentra a sí mismo con una piedra en la roca que instintivamente ha pensado en arrojar a las autoridades de forma similar a otra escena anterior, en la que llevado por la rabia sostiene un cuchillo, es reveladora en este sentido. El protagonista ignora lo que nosotros sabemos: que el rencor y la furia reprimida llevarían años después, coincidiendo con el estreno de la película, a que las calles de Alemania se llenaran de jóvenes embravecidos y violentos; el tipo de individuo capaz de dirigir su ira contra la policía… o contra una minoría religiosa. Es en este momento cuando advertimos junto a Borzage que el gran peligro que acecha a un corazón joven no se fundamenta en enemigos externos ni en las adversidades, sino que viene de nuestro propio interior.

La humillación y la miseria empujan a Hans hacia el camino de la violencia

Aparentemente, la película es una muestra más de realismo poético, del tipo de "L'atalante" (1934, de Jean Vigo) o "Huerfanos de Budapest” (Rowland V. Lee) , films en los que se idealiza a los personajes marginados y desposeídos, a través de una especie de "anarquismo poético" (en palabra de Theycame2001). Sin embargo, la pese a sus aparente timidez y pese a las convenciones del cine de Hollywood, la película va más allá, y su radiografía de la Alemania de entreguerras resulta mucho más virulenta que en la novela de Fallada. Un botón de muestra es la pareja madura que sirve de contrapunto a las andanzas de Hans y Lamchen, con la que se cruzan diversas veces en su camino. No cabe duda que su presencia en el film tiende a enfatizar la postura anticomunista de la productora Universal (y así evitar problemas con la censura y las autoridades), pero también es revelador de la amenaza que todo fanatismo puede tener sobre la vida familiar y del peligro que puede suponer la política sobre las relaciones humanas. Así, el comunista que pretende cambiar el mundo, únicamente consigue la muerte de su esposa. Del mismo modo, el peligro nazi es retratado con similar carácter tóxico y amenazante. Tanto la novela de Fallada como la película de Borzage equiparan el fanatismo político y social por igual, sin atender a la ideología. Pero mientras la novela se manifiesta como “apolítica”, el film tiene un marcado carácter antipolítico. Tal y como destaca el historiador Benjamin L. Alpers (“History and Controversy in 1930s Hollywood: “The Case of Borzage's Weimar Trilogy”), en la película, al contrario que en la novela, el ambiente social enrarecido de Alemania hace que los Pinneberg tengan como única salida es el exilio, bajo la forma de una promesa de trabajo en Holanda. La conclusión, implícitamente contenida en este magnífico film, es que se avecina una larga etapa de dictadura en Alemania, y que la sombra de un nuevo conflicto bélico asoma de nuevo en el horizonte.

El conmovedor clímax de la película

“Ya no sé cómo lo voy a hacer. Pero me ocuparé de nuestro hijo. (…) Míralo. Es tan pequeño y frágil. La vida es tan grande como él. Porque él es la vida, ¿no es cierto? Y nosotros lo hemos creado, ¿no es así? Hemos creado una vida. No debemos tener más miedo. Pronto, su pequeña voz cubrirá las demás voces de la calle.”

 Cartel de sala de esta maravillosa película. En mi nada humilde opinión, la obra maestra de Borzage en esta década, por encima de otros títulos reputados del director como “Adiós a las Armas”, “Fueros Humanos”, “No Greater Glory” o “Cena de medianoche”.